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Columna
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Sucio espejo del periodismo

La tan vergonzosa deferencia hacia Putin de Carlson no se debe a la bobalicona admiración que pueda profesarle, sino a su absoluta falta de conocimientos sobre historia y actualidad internacional

El presentador Tucker Carlson y Vladímir Putin, presidente de Rusia, durante la entrevista transmitida este jueves.
El presentador Tucker Carlson y Vladímir Putin, presidente de Rusia, durante la entrevista transmitida este jueves.SPUTNIK (via REUTERS)
Lluís Bassets

¡Vaya exclusiva la de Tucker Carlson, el showman televisivo preferido de Donald Trump, estrella estrellada de Rupert Murdoch y manifestante del brazo de Santiago Abascal en la calle Ferraz contra Pedro Sánchez! Dos horas y cuarto dura la grabación de su encuentro con Vladímir Putin, al que pudo formular sus escasas y en su mayoría incautas preguntas para obtener unas largas peroratas históricas y retorcidas explicaciones llenas de falsedades sobre las causas más remotas y próximas de la guerra de Ucrania.

Es todo un poema el rostro de Carl­son, agarrotado en la profundidad de su ignorancia y en la sumisión reverencial al dictador amigo. Ni una sola pregunta molesta, nada de repreguntas, ninguna precisión o rectificación a las inacabables mentiras hilvanadas en un torrente de condescendientes e incluso sardónicas y despreciativas explicaciones. Ucrania no existe, es una construcción artificial. Fue Kiev la que empezó la guerra contra Rusia en 2014, después de un golpe de Estado en el que se instauró un régimen neonazi que atacó a Crimea y Donbás. Todo se debe a la promesa que Washington incumplió de renunciar a la ampliación de la OTAN una sola pulgada más en dirección al Este. Y, por supuesto, ningún reproche u objeción a las barbaridades putinistas en Ucrania, ni a sus soflamas antioccidentales, salvo la respetuosa demanda de liberación del corresponsal de The Wall Street Journal Evan Gershkovich, a la espera de juicio, acusado de espionaje, correspondida por una oferta de canje por un agente ruso condenado en Alemania por asesinato.

Tan vergonzosa deferencia hacia Putin no se debe a la bobalicona admiración que pueda profesarle, sino a su absoluta falta de conocimientos sobre historia y actualidad internacional para enfrentar a la elaborada tergiversación putinista con la mínima dignidad exigible en el oficio que dice profesar. Tras su paso por el Kremlin, para Carlson, está claro que fue Polonia y no la Unión Soviética la que pactó con el nazismo, y los soviéticos los que fueron invadidos por los polacos en 1940, y no viceversa. Difícil llegar tan lejos en una operación de propaganda y de blanqueo, que solo puede convencer a los ya convencidos fuera de Rusia, aunque puertas adentro tendrá utilidad en vísperas del paseo triunfal que serán para Putin las elecciones presidenciales. Entre los primeros estará Elon Musk, que siguió y retuiteó la entrevista en su red social y pudo escuchar en directo los elogios que le dedicó Putin. También Trump y el partido republicano tomado por el trumpismo, con su boicot a la ayuda financiera a Ucrania.

El país que ha dado el mejor periodismo de la historia y ha servido de espejo para los periodistas de todo el mundo desciende ahora, gracias a los medios de comunicación y las redes sociales trumpistas, hasta las simas de la tergiversación del oficio con esta conversación propagandística entre un auténtico criminal de guerra y un falso periodista.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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