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MARTIN LUTHER KING
Columna
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¿Dónde están los Luther King de hoy?

De lo que se habla menos, y hasta parece que existe una cierta vergüenza en hacerlo, es de los sueños de liberación, aquellos que costaron la vida al histórico líder del movimiento de derechos civiles

Un grupo de manifestantes en una marcha contra la violencia racista en Estados Unidos, en Minneapolis de 2021.
Un grupo de manifestantes en una marcha contra la violencia racista en Estados Unidos, en Minneapolis de 2021.CRAIG LASSIG (EFE)
Juan Arias

Me disponía a escribir esta columna cuando recordé que el 15 de enero, pero de 1929, nació Martin Luther King, una de las figuras mundiales de las que no es necesario explicar quienes fueron porque han quedado grabadas en la mente y en el corazón de quienes no tienen miedo a la paz sino a la guerra.

El infatigable y emblemático luchador contra el racismo y el apartheid cumpliría hoy 95 años. Podría estar vivo. Murió asesinado a sus 39 años. Pero a veces basta un día o una hora o una frase para cambiar el rumbo de la historia. Nos lo recuerdan las palabras de aquel joven y profeta: “Tengo un sueño de que algún día, en las montañas rojas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños puedan sentarse a la mesa de la fraternidad”. Aquel sueño le costó la vida.

Y, sin embargo, ni aquella sangre inocente, ni aquel sueño profético fueron inútiles. Dieron curso a infinidad de movimientos y luchas contra todos los racismos que, aunque muchos de ellos siguen vivos como aquí en Brasil, tenemos conciencia de su ignominia.

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La pregunta que deberíamos hacernos en este aniversario del valiente y profético Luther King es dónde están hoy esos jóvenes capaces de arriesgar su vida para hacer posibles nuevos y viejos sueños de liberación de todas las esclavitudes. De las del color de piel a las de género. Más bien estamos observando que los viejos y nuevos racismos no solo no han desaparecido sino que se están robusteciendo, al igual que resucitan de sus tumbas las viejas guerras que ponen en riesgo al mundo.

Se discute mucho hoy sobre los nuevos métodos de enseñanza en las escuelas y universidades. La extrema derecha, que está creciendo en el mundo bajo la ambigüedad de la religión, defiende una educación basada en la Biblia, en lo que ellos llaman la tradición, más cercana a la Edad Media que a las nuevas conquistas libertadoras.

Replicando el profético lema de Martin Luther King, “Tengo un sueño”, que pagó con su vida, hoy el mundo está necesitando encontrar nuevos sueños de libertad. La paradoja es que vivimos en la época en la que los mensajes lanzados al mundo por quienes luchan por las libertades se ven favorecidos como nunca por las nuevas técnicas de comunicación que alcanzan a todo el planeta en segundos.

Lo que entristece a quienes aún hoy siguen luchando contra los sueños de nuevas violencias y nuevas discriminaciones, es que las redes se nutren más que de mensajes de paz y de fraternidad, de estadísticas de muertos en las guerras. De mentiras a la luz del sol, de falsificaciones, de estímulos a la violencia.

Vocablos que evoquen la paz, la libertad, la fraternidad entre personas y pueblos, la alegría de vivir juntos y mezclados, la sed por nuevos sueños dignos de orgullo, parecen eclipsados por el afán de a ver quién es más refinado y eficaz en el engaño, en crear discordia y hasta en el triste arte de amenazar.

Es duro escribirlo, y más en el aniversario de Luther King, pero en estos años, tras su vil asesinato, el mundo poco ha mejorado en sus peores instintos de violencia y de discriminación de todo tipo. Se dibuja ya en el horizonte la posibilidad que la ciencia de la medicina y hasta de la IA puedan alargar sin límites la vida humana.

La pregunta es: ¿y para qué? ¿Para acabar con la violencia, para tener más tiempo para amarnos y ser felices juntos e iguales, o para perfeccionar los demonios de la violencia y de las discriminaciones cada vez más refinadas?

Siempre he defendido que no es verdad que el pasado fue mejor que el presente. Hoy tenemos mil motivos para vivir mejor, con mayores comodidades y posibilidades de todo tipo. Aún con millones de pobres, pero con políticas sociales nunca soñadas en el pasado y con la mujer pudiendo mirar a la cara de los varones sin el complejo de sentirse inferior. Seguimos sufriendo racismos y discriminaciones, pero por lo menos somos conscientes de ello para poder luchar, algo que antes era visto como normal.

Si Luther King fue visto como un héroe por condenar el racismo que aplastaba a los negros de su tiempo, hoy, a pesar de que la lucha no ha concluido, estamos mil veces más convencidos que hace solo cien años de que toda discriminación que golpea a los humanos es un crimen.

Lo que sí se necesita aún es que esos jóvenes, que dominan las redes llegando a millones de personas sean capaces de colocar su genio y sus habilidades a servicio de las causas que enorgullecen a la humanidad en vez de convertirse en gritos de guerra, cuando no en vertederos de falsedades.

Curiosamente, hoy los grandes periódicos nacionales preguntan a la ciencia médica la importancia de los sueños, algo que ya había analizado Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. De lo que quizás se habla menos, y hasta parece que existe una cierta vergüenza en hacerlo, es de los sueños de liberación, aquellos que costaron la vida a Luther King, pero cuya fuerza sigue viva y es la única capaz de salvarnos de las viejas y nuevas esclavitudes.

La poeta brasileña Roseana Murray, premio de la Academia Brasileña de las Letras, improvisó estos versos para la columna:

Algunos hombres son estrellas

en las noches más duras.

Son brújulas en los mares agitados.

Son hilos de esperanza.

Algunos construyen la paz con solo su nombre,

aunque ya se hayan ido.

Así hoy, Luther King

sigue siendo manantial de agua y cristal.

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