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Columna
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Madrid me mata

Unas palabras de Díaz Ayuso sobre la aportación de su comunidad al fondo común del resto de autonomías desatan las acusaciones de centralista y ventajista al olvidarse del efecto capitalidad

Díaz Ayuso, durante su intervención en el acto organizado el día 3 por el PP en Madrid en defensa de la igualdad.
Díaz Ayuso, durante su intervención en el acto organizado el día 3 por el PP en Madrid en defensa de la igualdad.FERNANDO ALVARADO (EFE)
Ferran Bono

Un compañero del periódico se preguntó perplejo hace unos años: “¿Pero cómo la Dama de Elche se va a ir a Elche?”. Fue su primera reacción a la enésima petición de la ciudad alicantina de albergar y exhibir el busto ibérico hallado hace 126 años no muy lejos de su casco histórico. Su respuesta no aludía a la conveniencia de mantener unida la colección del Museo Arqueológico Nacional, de la que es su pieza más icónica, o a los problemas de conservación esgrimidos por el Ministerio de Cultura para no moverla. Su desconcierto provenía de que no se le pasaba por la cabeza que la dama pudiera salir de Madrid. ¿Dónde iba a estar mejor?

Entonces se hablaba de centralismo, siempre presente, aunque a veces opere de manera subterránea, pero apenas de regionalismo o nacionalismo madrileño. Ahora sí, sobre todo en X, y gracias a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Hace unos días, afirmó que Madrid aporta al “fondo común casi el 70% de todo con lo que se sufragan los servicios públicos de España entera”. “No hay derecho a que los regionalismos periféricos ni nacionalismo nos digan que Madrid es excluyente. Mentira. Madrid es España. Es nuestra obligación, es nuestro derecho, porque tenemos esa obligación con España entera”, añadió.

Gracias, Isabel, por darnos el pan, vienen a decir algunos usuarios “periféricos”, molestos por lo que consideran una actitud condescendiente y una afirmación falsa. La aportación de la Comunidad de Madrid a la financiación autonómica es del 24%, según la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, entidad referencial en la materia, sus cifras se encuadran solo en uno de los varios apartados del modelo y obvia que el País Vasco y Navarra tienen su propio sistema. Pero lo que más ha indignado es algo que no menciona como un factor a tener en cuenta en el notable despegue económico de Madrid: el efecto capitalidad, las ventajas por ser la capital de España, el núcleo de poder político, empresarial y financiero del país, con más de 150.000 funcionarios y el centro de una estructura radial que se remonta a Felipe II y su decisión en 1561 de instalar la corte en la villa castellana.

Los comentarios críticos son numerosos: “Es el procés madrileño. Buscan la independencia fiscal”; “Madrid es un agujero negro que fagocita la riqueza de la “periferia”. No disponen de ningún recurso propio explotable digno de mención, excepto el estatus de “capitalidad del reino”; “Otras comunidades soportamos nucleares, parques eólicos, térmicas, etc., en Madrid comunidad, ni una de estas instalaciones”, o “Madrid absorbe casi el 80% de la creación de empleo público y se beneficia de la capitalidad desde hace siglos. Esta forma de presentarnos es una fábrica de desafectos a Madrid y a España”. Los afectos ya no son los que eran con aquella ciudad abierta, divertida, mundana, creativa de la revista Madrid me mata, aunque conserve algunas de sus características.

Un usuario tira de ironía para replicar: “Una gran ciudad consumiendo más energía de lo que produce, lo nunca visto jajajaja”. Otros recuerdan que grandes capitales del mundo funcionan igual que Madrid, que en los ochenta y noventa también era capital y su crecimiento no era comparable, y argumentan que la rebaja de impuestos para atraer empresas es una opción lícita para otras autonomías. ¿Dumping fiscal? ”Háganlo aquí”, contestó Díaz Ayuso en Barcelona este martes.

Este debate tuvo un anticipo entre economistas la pasada semana. Andrés García Reche lanzó en su cuenta: “Aquí, la única región que se ha “industrializado” a costa de otras comunidades, gracias a los Presupuestos, y a un efecto capitalidad desmesurado, ha sido Madrid, creando una multitud de clústeres especializados, muy efectivos en términos de desarrollo económico. Una sociedad extractiva de libro”. José Carlos Díez le contestó, provocando un alud de respuestas no muy cariñosas, en su mayoría: “Nunca he entendido que economistas valencianos hablen mal de Madrid cuando su puerto vive de Madrid y sus playas en verano también. Sin Madrid, Valencia tendría mucho menos empleo y salarios más bajos”. Un alud de reacciones

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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