Ángeles y demonios
El pluralismo se ha diluido en el binarismo de los bloques y el mosaico de los nacionalismos
El debate de investidura puede resumirse en la siguiente frase que le espetó Rufián a la bancada popular: “Sánchez es presidente porque les tiene a ustedes enfrente”. Traducido quiere decir que el campo de la derecha representa el mal y eso nos permite, nos obliga incluso, a unirnos frente a ustedes. Ustedes, más que la sintonía ideológica, son el cemento que nos cohesiona, sin su existencia estaríamos privados de identidad. Sus muchas diferencias se disuelven en nombre de la existencia de un enemigo común. Y en el otro lado, en la derecha, otro tanto de lo mismo, la lucha agónica entre el bien y el mal.
Todo el hilo de la intervención de Sánchez se construyó sobre este presupuesto de la bondad de una izquierda social, feminista, ecologista y europeísta enfrentada a una derecha retrógrada y reaccionaria sin apenas diferencias entre ellas, la “extrema derecha y derecha extrema” son lo mismo. Y el combate frente a ella es la mayor obligación moral y el gran desafío político de nuestro tiempo. Sobre ese trasfondo épico es como al fin se abordó la cuestión de la amnistía. Para ello se valió de una justificación principal y otra subsidiaria. La principal, implícita, es que nada puede interponerse en el camino hacia un gobierno de progreso, hay que evitar a toda costa la caída en la reacción. Y la subsidiaria es la ya conocida y explícita referencia a recuperar la convivencia y la paz social en Cataluña. En suma, la bondad de los fines justificaría de sobra los medios necesarios para alcanzarlos.
El discurso de un Feijóo sólido y no excesivamente rocoso, versó, como era de esperar, sobre la crítica de los medios elegidos: la amnistía y la corte de diablos que acompañan a Satanás. “No tiene límites morales” sería aquí también la divisa, así como el mercadeo de concesiones para hacerse con el poder, el único fin verdadero. En cuanto la palabra pasó a sus propios demonios familiares debió verificar de nuevo qué explica su soledad parlamentaria. Vox es indigerible, y para el PP como un todo lo urgente es dar con un método para ahuyentarles de su lado, algo cada vez más difícil porque la estrategia de Sánchez les acaba de reforzar.
Pero lo mismo cabe decir de la otra corte. La intervención de Junts de la noche les ahogó la fiesta. Oiga, que vamos en serio, no nos temblará la mano si es preciso dinamitar la legislatura. O sea, que eso de que han entrado por la senda constitucional, nada. Como tampoco Bildu al referirse al deep state que es preciso desmontar, que abarca también a sectores del poder judicial y la Corona. ¿Qué corte de los diablos respectivos es más indigerible? Esta es la cuestión que a partir ahora marcará el futuro de la política española, de una España que, me temo, ya no sabemos lo que es. Su pluralismo se ha diluido en el binarismo de los bloques, por un lado, y el mosaico de nacionalismos, por otro. A la espera de la batalla judicial, por lo pronto y hasta nuevas elecciones, ha ganado Sánchez. Dejo a su criterio que lo califiquen como quieran, de arcángel o diablo. Yo solo puedo decirles que, visto lo visto, estoy muy preocupado.
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