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Columna
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Gaza: ¿dónde está la ley?

La cruda realidad es que el derecho internacional señala las violaciones que se están produciendo en la guerra, pero la comunidad internacional no aplica las normas que ha pactado

Israel-hamas war
Un palestino llora este jueves a sus familiares muertos en el bombardeo israelí del hospital de Deir al Balah, en el centro de la Franja.Adel Hana (AP / La presse)
Ana Fuentes

El único hospital que trataba a enfermos de cáncer en Gaza cerró hace dos días por falta de combustible. Lo contaba el responsable de Médicos sin Fronteras en los territorios palestinos ocupados. Desmoralizado, hacía un llamamiento a parar el “baño de sangre”. Porque ni siquiera ellos, profesionales entrenados para servir en zonas de conflicto, pueden trabajar ya en la Franja y han tenido que salir para no morir bajo las bombas. En estos casos es cuando deberían entrar en acción las leyes de la guerra y del derecho humanitario. Como dice el fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan, hoy necesitamos más ley que nunca. No en términos abstractos o teóricos, sino prácticos: un derecho que actúe.

Que el derecho no valga como herramienta de contención no es un problema jurídico, sino político. Hay toda una arquitectura institucional y normativa lista desde hace décadas: tratados, convenciones, reglas de la guerra, un derecho internacional y uno humanitario que deja muy claro que los civiles no deben ser objetivo bélico. Naciones Unidas, que ha sido esencial en el conflicto entre israelíes y palestinos desde 1947, tiene las manos atadas. Su Consejo de Seguridad podría sancionar económicamente a Israel o aplicar otras medidas para detener la agresión contra Gaza, incluso iniciar acciones militares, pero esto no ocurre porque Estados Unidos, miembro permanente y valedor del Gobierno de Netanyahu, se opone con su veto. Hace un par de semanas, Washington bloqueó una resolución presentada por Brasil que pedía declarar “pausas humanitarias” en Gaza y condenaba los ataques a los civiles de todas las partes. Incluso si el Consejo llegase a aprobar una resolución, podría no servir de nada. Eso ocurrió en 2016, cuando se declararon ilegales los asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados e Israel no solo no frenó la expansión de los colonos, sino que la aceleró.

La cruda realidad es que el derecho señala las violaciones, pero la comunidad internacional no aplica las normas que ha pactado. Esto tiene consecuencias demoledoras: estamos presenciando una masacre en directo con la sensación de que nadie puede pararla. Políticamente, Occidente se ha disparado en el pie. Aunque no todos los países han mantenido la misma actitud y la Unión Europea rectificó su postura inicial, en conjunto puede que este sea el peor mensaje que hemos enviado a Oriente Próximo desde la invasión de Irak en 2003. Teniendo, además, tan fresco el apoyo masivo a Kiev tras la invasión rusa, el agravio hacia los palestinos es aún más obsceno.

El doble rasero occidental lo están aprovechando ya China y Rusia, que ganan fuerza en el llamado sur global. Contaba Dominique de Villepin, ex primer ministro francés, en una entrevista hace unos días, que cuando viaja a África, Oriente Próximo o Latinoamérica siempre le reprochan lo mismo: cómo denuncian ustedes lo que ha pasado en Ucrania y qué comedidos son con Gaza. Es el colmo, pero regímenes autoritarios como Pekín y Moscú van a sacar rédito de la situación y se lo habremos puesto en bandeja.

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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