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TRIBUNA
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La piedra de la locura

Javier Milei, ojos centelleantes de furia, porta una motosierra en lugar de las tablas de la ley para recortar todo hasta arrasar el bosque y sobre esa tierra yerma construir el paraíso, o importarlo

Javier Milei
Javier Milei en La Plata, el 12 de septiembre.Natacha Pisarenko (AP)
Sergio Ramírez

Esta historia puede comenzar con una escena de esas de folletín patético donde el padre desobligado, ausente siempre de la vida familiar, un rudo chófer de autobuses, maltrata al hijo al punto de levantarlo a golpes del sillón donde ve la televisión, y la madre, en lugar de ponerse del lado de su vástago humillado, se convierte en cómplice de esos maltratos.

Ya adulto, el personaje se ha convertido en un solitario empedernido. Llega a tener su primera novia a los 47 años, una cantante de cumbia algo avejentada a la que conoce por Instagram, Daniela Mori, cinco años mayor, y cuyo tema Endúlzame que soy café había sonado tiempo atrás en la radio. Pero ella lo deja a los seis meses.

Cuando se le muere de cáncer su mastín inglés Conan, su único amigo, y su hijo, descubre que a través de una médium puede comunicarse con el espíritu del perro, y traspasar así la puerta iluminada hacia la otra dimensión, donde dialoga también con otros muertos ilustres, Murray Rothbard, por ejemplo, fundador del anarcocapitalismo, o la filósofa Ayn Rand, autora de La virtud del egoísmo. Y hasta con Dios mismo habla. Ya antes había visto a Dios, pero aún no entraban en conversación. “Yo vi tres veces la resurrección de Cristo, pero no lo puedo contar, dirían que estoy loco”, declaró una vez.

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La médium clarividente es su propia hermana, Karina, solterona como él, dotada de poderes esotéricos. No cualquiera puede convencer a Dios para que acepte ser parte de un chat a través de los planos astrales. Y Dios le comunica a su elegido, como un día lo hizo con Moisés, que tiene que ponerse a la cabeza de su pueblo para llevarlo a la tierra prometida. No debe detenerse hasta alcanzar la presidencia de Argentina.

Y está a punto de conseguirlo. Es Javier Milei, ojos centelleantes de furia y abundante cabello despeinado como una estrella caduca de rock, lo que le ha ganado el apodo de El Peluca. En lugar de las tablas de la ley, lleva en las manos una motosierra encendida, para cortar y recortar todo hasta arrasar el bosque, tumbar el Banco Central, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Cultura, y sobre esa tierra yerma construir el paraíso, o importarlo: “Si me dan 20 años, podemos ser como Alemania y si me dan 35, como Estados Unidos”, grita en los mítines y en los platós de televisión, con lo cual nos avisa de que sus planes de quedarse en el poder son muy a largo plazo, como ocurre en nuestros pagos latinoamericanos con los caudillos que se suben a las tribunas para no volver a bajarse, lleven peluca o no.

Subió de joven a los escenarios de barrio como cantante de la banda de rock que él mismo creó, cuando interpretaba sus propios temas, pero, sobre todo, hacía covers de los Rolling Stones. Y en 2019, ya aspirante presidencial, actuó en la pieza escrita por él mismo El consultorio de Milei: Sucalesca, el personaje, tiene problemas con sus finanzas y acude a un consultorio de economía atendido por el propio Milei, quien le explica que la razón de sus males son los economistas fracasados y los políticos corruptos; y la obra arranca con un tema punk rock: “A la mierda los malditos empresarios / A la mierda sodomitas del capital / basta de basura keynesiana / ha llegado el momento liberal...”.

Proclama su adhesión sin condiciones a la venta libre de armas y al tráfico de órganos, solo un mercado más, y sobre la venta de niños opina que “quizás de acá a 200 años se podría debatir”. El Estado no es sino un pedófilo suelto en un jardín de infantes, los impuestos son una rémora de la esclavitud, y entre el Estado y la mafia prefiere la mafia porque tiene reglas y cumple. Y una empresa que contamina un río, ¿dónde está el daño?, reza su credo libertario. En su partido La Libertad Avanza, figurar en las listas de diputados tiene un precio en dólares.

¿Cuándo se volvió Argentina un país de los trópicos bananeros, donde hablar con los muertos, o resucitarlos, es un lugar común, porque lo asombroso no causa asombro, la brujería reina en los palacios presidenciales donde se incuban las más tenebrosas quimeras, y la piedra de la locura brilla incrustada en la frente de los tiranos delirantes?

Habría que irse a los tiempos de José López Rega, el oscuro cabo de policía que se convirtió en consejero áulico de la presidenta Isabel Perón, todopoderoso ministro de Bienestar Social que era a la vez jefe de la banda secreta la Triple A, responsable de decenas de muertes y desapariciones, y experto en la macumba, la umbanda y el candomblé, que leía los arcanos en el zodíaco y percibía la Luz Divina en las radiaciones de los planetas, como se muestra en su obra maestra Astrología esotérica (secretos develados), de 1962.

Frustración, desesperación, lo que sea, ganas vengativas de arrasar el bosque, pero los votantes se disponen a elegir a Milei, motosierra en mano. Y por lo que se ve, el espíritu de Conan correteará libremente por la Casa Rosada.

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