Cierre de la librería Lagun
Los lectores escriben sobre la necesidad de apoyar económicamente a los libreros, la edad media de los diputados en el Congreso, la permanencia de fórmulas arcaicas y machistas en el lenguaje corriente, y sobre la muerte de una cooperante barcelonesa en Bajmut
Cuando viajo de vez en cuando a San Sebastián acostumbro —acostumbraba— a visitar la librería Lagun. Hace años, muchos años, compré el Diccionario de uso del español de María Moliner para regalárselo a la hija de un buen amigo que vive en Irún. Hoy esa librería ya no existe, fruto de la crisis que atraviesan estos establecimientos en España, y que en el caso de la librería Lagun hay que añadir los atentados terroristas que sufrió, causados en el pasado por los fascistas, primero, y por los etarras después —tan fascistas como aquellos—. Y yo me pregunto: ¿qué podemos hacer todos, administraciones y lectores, para que estas islas de cultura que son nuestras librerías no desaparezcan? Además de comprar muchos más libros para regalarlos a nuestros amigos, o a nosotros mismos, una posible solución sería la concesión de ayudas públicas, igual que se otorgan a otros sectores, incluida la banca no hace tanto tiempo ―cuya crisis debe ser tremenda―.
Javier Gimeno Perelló. Madrid
Las instituciones también son nuestras
Hace apenas un mes, tras la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados, pude comprobar con tristeza la solitud de mi generación: tan sólo un 8% de los diputados son menores de 35 años (¡y ninguno es menor de 25!). Con unas cifras tan desoladoras, resulta difícil incluso concebir que nuestros problemas vayan siquiera a incluirse en la agenda política. Por esto, los jóvenes necesitamos participar de la política institucional. No solo porque nos corresponde, sino porque nuestra perspectiva del mundo poco tiene que ver con aquella de la mayoría de sus señorías, las cuales nacieron en una época previa a la España democrática. Nuestra visión es al menos tan rica, respetable y de futuro, como dicha mayoría de diputados. Las instituciones también son nuestras.
Lois Pimentel Iglesias. Boiro (La Coruña)
Marido y mujer
Una carta a la directora titulada Arcaísmos, que criticaba el hecho que se siga usando la fórmula “marido y mujer” en las bodas y recalcaba el carácter machista de dicha expresión, me recuerda un comentario que me hizo una amiga venezolana hace años: lo machista que sonaba esa fórmula —“la mujer de”— en un oído que no fuera español. Como si se tratase de una propiedad del marido. Nos hemos acostumbrado a oírlo, pero eso no quiere decir que no se pueda cambiar.
Elena García Ruiz. Málaga
Descansa en paz Emma
Emma Igual es el nombre de la cooperante barcelonesa que ha muerto en el frente de Bajmut. Su abuela, austriaca, sufrió el Holocausto en sus propias carnes. Emma se fue por libre a Ucrania. No hacía otra cosa que pensar en poder ayudar a las personas mayores que se niegan a abandonar su tierra y la tierra de sus muertos. Mira si habré pensado veces y veces en la conveniencia de esquivar esa fuerza interior personal que arrastra a Emma y a otros a exponerse más de lo deseable. Perdió la vida donde le dictó su corazón y su alma. Quien está hecha de esa pasta, no repara en otras razones ajenas a la entrega y al amor por quienes sufren. Descansa en paz Emma.
Enrique López de Turiso. Vitoria
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