Conciliar
Desde que nació mi hija y me reincorporé a mi puesto, me acompaña a menudo. Es complicado, pero soy afortunada de poder resolverlo así
“¿Por qué traes a tu hija?”, me preguntó un colega hace unos días. Estábamos en Logroño, en el congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. Es la reunión más importante del área, a la que acuden más compañeras y compañeros para hablar, escuchar y debatir. Un par de días cada dos años para reflexionar sobre la disciplina y los problemas que nos afectan en general, y en las etapas más precarias de la carrera en particular. Para descubrir a personas que trabajan temas afines. Para poner cara a gente que conoces por correo o porque la has leído. Para encontrarte con compañeros a los que no es fácil ver. Para insuflar de energía intelectual y vital la investigación en la que estás inmersa. Para celebrar la buena salud del área y pensar cómo cuidarla... Es una reunión importante y merece la pena asistir. ¿Por qué ir con una bebé? Quizás porque o vais las dos o ninguna. O porque ir con ella lo hace todo más fácil.
Desde que nació y me reincorporé a mi puesto, mi hija me acompaña a menudo. Conciliar es complicado, pero soy afortunada de poder resolverlo así. La respuesta general de mis colegas, muy positiva, me lo ha puesto fácil. Es reconfortante ver cómo los bebes refuerzan el lado luminoso de los adultos. A juzgar por su sonrisa, ella parece conforme. Y así hemos podido mantener la lactancia, cubrir la necesidad de cercanía y encontrar un equilibrio laboral/maternal que por ahora funciona.
La pregunta de mi colega en Logroño me hizo pensar en Carolina Bescansa y aquella sesión constitutiva de las Cortes de 2016 a la que llevó a su bebé de seis meses y en la lluvia de críticas que recibió. “Hay que favorecer que estas tareas dejen de ser un asunto privado que las mujeres tienen que resolver por su cuenta en la invisibilidad”, fue su respuesta. Su gesto buscaba ejemplificar las dificultades de miles de madres para conciliar vida familiar y laboral y reivindicar los permisos compartidos entre hombres y mujeres y la necesidad de guarderías. También pensé en la de compañeras que se quedaron por el camino desde que empezamos la tesis.
No sé si llevar a mi hija es la solución, pero me alegró ver a otro bebé más chiquitín en el café de la tarde. Y a una niña de dos o tres años en otro descanso. Y que una de las mesas la haya coordinado una compañera que acaba de ser madre. Está bien que vayamos a los congresos, que sigamos estando, y que hablemos de ello.
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