_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No lo llamen conciliar

Ninguna sociedad sana concebiría como un progreso tener a los críos aparcados en la escuela los días festivos mientras sus padres trabajan

Varios menores en un campamento en A Coruña, Galicia.
Varios menores en un campamento en A Coruña, Galicia.César Arxina (Europa Press)
Ana Iris Simón

“El amor de padres e hijos en este país es uno de los grandes poemas de la cristiandad”. La cita es de Chesterton y la escribió durante un viaje a Tarragona, donde lo que más le conmovió no fue ni el anfiteatro ni el circo, sino la imagen de un padre y un niño jugando a tirar flechas en un bar.

Cuando lo leí no lo entendí muy bien, porque Chesterton no explica qué tenían de distinto ese padre y ese niño españoles respecto del resto de padres e hijos del mundo. Pero unos días después, me tocó viajar a un país muy europeo, de esos en los que no hay colillas por el suelo, en los se cena muy pronto y levantan estatuas a luteranos. Allí me di cuenta de que en su aeropuerto no había, como en Barajas, una cola específica para las familias. De que en el control nadie nos ofrecía pasar primero a quienes llevábamos un bebé. De que mi anfitriona preguntó en un restaurante si podíamos llevar un niño, algo que jamás se me ha ocurrido hacer en España.

En el vuelo de vuelta me tocó al lado de una inmigrante dominicana que vivía en ese país muy europeo. Era abuela de un crío del que me habló durante todo el viaje y me contó que, aunque tenía tres años, aún no iba al colegio, pues allí era habitual no escolarizar a los niños en preescolar. Porque algunas familias preferían cuidar de sus hijos pero, sobre todo, porque podían.

Aquí, al contrario, el PSOE promoverá la apertura de los colegios en horas no lectivas y en vacaciones. La medida ya fue propuesta por Lobato en Madrid y ha sido anunciada también por Ayuso. Y, aunque podríamos pensar que por fin se ponen de acuerdo y lo hacen para que ganen las familias, la realidad es que la medida está pensada para que no pierdan las empresas. En lugar de llamarla política de conciliación familiar, el PSOE la ha concebido como una “política de conciliación laboral”, que viene a ser lo contrario.

Sería inocente no reconocer que abrir los colegios durante las vacaciones escolares le viene muy bien a muchas familias, la mayoría de clase obrera. Pero sería injusto no señalar también que no solo es un parche, sino que va en el sentido contrario al que debería: ninguna sociedad sana concebiría como un progreso tener a los críos aparcados en la escuela los días festivos mientras sus padres trabajan. Solucionar la papeleta proponiendo que los niños pasen más tiempo al cuidado del Estado u otras instituciones en lugar de facilitando que sus familias puedan cuidarlos en casa y llamarlo conciliación es tener el rostro de hormigón. Ponerles tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias.

Si el viejo Chesterton volviera de entre los muertos y viajara a Tarragona, no volvería a disfrutar de aquella bella estampa, la del padre y el hijo jugando con un arco y unas flechas: el crío estaría en el colegio, o en alguna extraescolar, o en el campamento de verano o en el taller de Navidad. En cualquier sitio menos con sus padres, que no podrían renunciar a larguísimas jornadas ni a hacer horas extra para cuidar de él. Así, tampoco sacaría esa conclusión tan bella, la de que la relación padre e hijo en nuestro país es uno de los más bellos poemas de la cristiandad. Porque el espíritu de un pueblo puede ser aniquilado por muchas vías. Y una de ellas es la cobardía política.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Iris Simón
Ana Iris Simón es de Campo de Criptana (Ciudad Real), comenzó su andadura como periodista primero en 'Telva' y luego en 'Vice España'. Ha colaborado en 'La Ventana' de la Cadena SER y ha trabajado para Playz de RTVE. Su primer libro es 'Feria' (Círculo de Tiza). En EL PAÍS firma artículos de opinión.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_