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Columna
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Hipocresía a la saudí

La enorme contradicción de los wahabíes es que su desmesura y despilfarro nada tienen que ver con los valores ultraconservadores que defienden en la dictadura que dirigen

Karim Benzema, during his presentation last week as an Al-Ittihad player
Karim Benzema, durante su presentación como nuevo delantero del Al-Ittihad de la Liga saudí.REUTERS
Najat El Hachmi

Se demuestra que Michel Houellebecq tenía en más consideración el humanismo de lo que el protagonista de Sumisión expresó cuando afirmó que solo con escuchar la palabra le daban ganas de vomitar. Erró el tiro el francés cuando en su distopía imaginó que lo primero que compraría el oscurantismo teocrático islamista sería La Sorbona. Los árabes se han dado cuenta de que es más efectivo ir a por el principal estamento de la cultura (de masas) occidental, a por la religión que más fervor despierta, con sus organizaciones e iglesias, sus rituales y místicas y unos sacerdotes capaces de llevar a donde sea a cantidades enormes de población. Esto es: el fútbol. Algunos ciudadanos, incluidas las más resplandecientes estrellas de la dichosa pelota, están más apegados a este deporte y al dinero que les puede traer que al país en el que han crecido y viven en libertad. Esto es lo que explica que tantos de estos millonarios psicópatas (es decir, faltos de empatía), que lo son gracias a la devoción de millones de creyentes, se dejen comprar por un régimen que descuartiza periodistas y sume a las mujeres en un estado de vergonzosa esclavitud.

La enorme contradicción de los wahabíes, que deberían pedir derechos de autor a Margaret Atwood por ser El cuento de la criada una realidad por ellos inventada, es que su desmesura y despilfarro, su hambre voraz de riqueza y dominio nada tienen que ver con los valores ultraconservadores que defienden en la dictadura feudal que dirigen. Esta contradicción no lo es, por supuesto, desde el punto de vista neoliberal ya que esta forma de organización económica no solo casa bien con el autoritarismo patriarcal más rancio sino que incluso puede beneficiarse del mismo porque en realidad no hay nada más peligroso para la libertad individual que la libertad sin límites del mercado. La contradicción de los reyes de los petrodólares está en el Corán mismo, un texto que alerta no pocas veces del duro castigo que les espera a los hipócritas en la otra vida. Pero los Saúd no temen el juicio final porque, como todos los teócratas que se sirven de la religión para dominar al pueblo, saben perfectamente que el islam es un invento de lo más eficaz al servicio del poder. Por eso mientras sus predicadores difunden en internet “el verdadero islam” que atenaza hasta la asfixia la vida de los musulmanes, quienes están en la cúspide del sistema religioso van comprándolo todo en el tan infiel Occidente.

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