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Derecha radical
Columna
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¿Por qué a los fanáticos derechistas les gusta la Tierra cuadrada?

El poder y los tiranos seguirán siendo siempre vocablos tristemente masculinos. Y pensar que felicidad y justicia son vocablos femeninos

Una mujer posa junto a una réplica hinchable de la tierra, en una imagen de archivo.
Una mujer posa junto a una réplica hinchable de la tierra, en una imagen de archivo.DAVID W CERNY (Reuters)
Juan Arias

Lo cuadrado tiene esquinas, ángulos que evocan las espadas. La violencia es siempre puntiaguda. El amor y el sexo son esféricos. La amistad no tiene espinas. ¿Y los dioses? El primero de ellos fue mujer: la diosa de la tierra y de la fecundidad. Después lo hicieron masculino y guerrero. Los hechiceros fueron siempre varones.

La política que procede de la polis, la ciudad, y evoca convivencia, diálogo y armonía, fue siempre un vocablo femenino. ¿Y hoy? Hoy sigue acaparada por los hombres. Las mujeres, siempre en minoría, son aún poco más que floreros. ¿Cuántas mujeres presiden el mundo?

Me molesta que guerra, pelea, arma, bomba, pólvora, traición, sean vocablos femeninos, aunque es verdad que también lo es la vida.

El odio, el rencor, el olvido y el desprecio son masculinos. En la extrema derecha que crece en el mundo y se emperra en que la tierra es cuadrada, existe un no sé qué que evoca el miedo, que es masculino. En los abismos del Holocausto nazi, el mejor compendio del infierno, destacó la crueldad con las mujeres cuyos hijos eran sacrificados en los hornos crematorios.

Sí, nazismo, fascismo, estalinismo, franquismo y un gran etcétera de locuras políticas, fueron y son masculinos. Al revés, la democracia es vocablo femenino, como la tierra, las raíces y las semillas que evocan felicidad.

El amor no debería ser solo palabra masculina. ¿Y por qué la nada debería ser femenina? El árbol es masculino, pero las raíces que le dan vida son femeninas. ¿Qué seríamos sin raíces?

Siempre me fascinó cómo se crea y transforma una lengua. Me intriga por ejemplo, por qué unas palabras son masculinas en un idioma y femeninas en otro. Flor es femenino en español y masculino en italiano (il fiore), así como la miel es femenina en español y masculina en italiano (il miele)

Existe toda una literatura sobre los géneros que atraviesa subliminalmente esa frontera y que hoy está en ebullición. ¿Qué significa en verdad masculino y femenino? ¿Y el viejo lenguaje de hembra y varón?

Alguien escribió que estamos hechos del mismo polvo de las estrellas. Y las estrellas son femeninas. El cristianismo es masculino, pero la religión sigue siendo femenina. ¿Y las ciencias? Son casi todas femeninas: física, química, medicina, psicología, teología, filosofía, cosmología, literatura. Me pregunto por qué el periodismo es masculino, ya que es el que nos cuenta la vida que es fundamentalmente femenina.

El puño cerrado es masculino pero la mano es femenina, al igual que la inspiración, la ilusión, la creatividad, la fe y la esperanza. Y la naturaleza, nuestro habitáculo, es femenina como lo son la inspiración, la inteligencia, la ilusión y la creatividad.

Femeninas son las letras, las metáforas, la firmeza, la sangre y la esperanza. Y la respiración. Al revés, el rencor, el miedo y el desamor son vocablos masculinos, mientras que la oración, la firmeza, la sabiduría y las artes, como la escultura, la pintura, la literatura, la música, son femeninas.

Las lágrimas tienen nombre de mujer mientras que el dolor, y quienes más lo infligen es un vocablo masculino.

Quizá si un día Dios volviera a ser femenino no seguiría siendo tan cruel que dejase a los niños morir de cáncer ni permitiría que los amos de la opulencia, que serán siempre minoría, se apropien de las riquezas que son de todos.

Ah, el poder y los tiranos seguirán siendo siempre vocablos tristemente masculinos. Y pensar que felicidad y justicia son vocablos femeninos.

Sí, guste o no a los cultores del terror, la Tierra es redonda y la democracia, si no se la zampan los vientos del nuevo invierno fascista, seguirá siendo fundamentalmente femenina. Quizá porque nadie como la mujer, aún en medio a la inteligencia artificial, que curiosamente tiene nombre femenino, lleva escrito en las rayas de sus manos el alfabeto de la discriminación y el abandono.

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