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BRASIL
Columna
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Lula ya no quiere más un Brasil para el futuro, lo quiere ahora

El presidente brasileño parece haber entendido que el mundo ha cambiado desde sus tiempos de sindicalista rebelde donde organizaba las grandes huelgas de trabajadores

Lula da Silva
Lula da Silva, presidente de Brasil, en una ceremonia en el Palacio de Planalto, en Brasilia.ADRIANO MACHADO (REUTERS)
Juan Arias

Lula en su tercer mandato presidencial está demostrando que tiene prisa para reconstruir el país dentro y fuera de él. En sus ocho meses de Gobierno ha viajado por el mundo más que su antecesor, Jair Bolsonaro, en cuatro años.

Hay un famoso eslogan: “El Brasil del futuro”. Lo acuñó el judío austriaco, Stefan Zweig, que a mediados del siglo XX se refugió en Brasil huyendo del nazismo. Lula a su regreso del viaje por países africanos ha sido tajante: “Brasil no puede seguir un siglo más siendo el país del futuro. Necesitamos construirlo aquí y ahora”.

Lo que Lula pretende es que ya, sin más dilaciones, Brasil empiece a crecer y que ese crecimiento, dice, “sea distribuido entre la población sin que siga siendo acaparado por los más ricos”. Para que todos y no solo una minoría “pueda tener más calidad de vida, con casa, comida, ropa, trabajo y todo lo mejor”. Y ello será posible, según él, “si conseguimos que el rico pague impuestos y el pobre entre en el presupuesto”.

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Según Lula es eso lo que él ha empezado a hacer “quitando impuestos a los que ganan menos y aumentado el de los ricos”. Y puso el ejemplo de Europa donde la gente está mejor porque existe una contribución más justa de los impuestos.

El sindicalista del pasado ha entendido que los tiempos han cambiado y con ellos el mundo del trabajo, ya que si ayer era un privilegio tener un trabajo fijo, hoy los más jóvenes prefieren trabajar por cuenta propia, crear su pequeña empresa. Por ello, además de anunciar que en los próximos años piensa crear dos millones de empleos fijos, ha anunciado también un ministerio que nunca existió como lo es el de la pequeña y media empresa.

Lula, que sufre esta vez al no tener mayoría en el Congreso para aprobar sus propuestas sociales al seguir en su mayoría ocupado por los partidos bolsonaristas, ha sido claro: “Los diputados y senadores no representan ya a la clase trabajadora mientras es esencial saber de qué parte están”. Y refiriéndose a la nueva ley económica de su Gobierno con fuertes tintes sociales dijo: “Hemos hecho lo que es más justo y sensato. Y ahora espero que el Congreso proteja esta vez a los más pobres”.

Lula se refería también a la nueva ley que por primera vez ha propuesto el aumento de impuestos a las grandes fortunas y los fondos colocados en el exterior por los ricos. El presidente destacó lo que todos ya saben y es que en Brasil “las personas más ricas pagan menos impuestos proporcionalmente que los más pobres”.

Con ironía, Lula afirmó: “Lo que no falta en Brasil son personas astutas que encuentran siempre una forma de burlar la ley para no pagar impuestos y en la peor de las hipótesis consiguen siempre hacer aprobar proyectos en el Congreso que benefician a una minoría”.

Lula fue más allá y recordó que uno de los grandes problemas del Congreso es que sus miembros ya no representan a una mayoría de los brasileños sino a una minoría: “Vamos a ser claros. Diputados y senadores elegidos no son ya representantes del pueblo trabajador. Son sectores que proceden de la clase media, profesionales liberales, muchos ganaderos. La mayoría pertenece a la clase media alta”. Y añadió: “Cuando llega un proyecto para votar, no lo hacen en el interés de la mayoría del pueblo, lo hacen a favor de la sociedad en la que viven”.

Lula fue adelante en su confesión con la que se comprometió públicamente a luchar para crear finalmente el Brasil de hoy, no el de mañana que nunca llega. “Es así que vamos a construir el Brasil de hoy: habrá gente que va a gritar, pero es así que lo vamos a reconstruir”.

El presidente que sabe que con mucha probabilidad será este su último mandato ha querido dejar claro que él apuesta por la recuperación de la mayoría del país y por su eterna minoría. De ahí su agenda preñada de fuertes tintes sociales, guste o no, esta vez a la minoría que acumula la mayoría de la riqueza de un país rico en todo y que hoy es el centro de la gran preocupación mundial: la defensa del medio ambiente, ya que cuenta con la mayor parte de la Amazonia, pulmón de la humanidad.

Lula, al que no le falta olfato político, sabe que en sus dos mandatos anteriores así como en el de su pupila, Dilma Rousseff, no fue precisamente el medio ambiente y la defensa de la selva tropical el centro de atención. Lo revela el hecho que la actual ministra del Medio Ambiente, Marina Silva, se vio entonces abocada a dejar el Gobierno al no conseguir imponer sus propuestas.

A juzgar por sus discursos, Lula parece haber entendido que el mundo ha cambiado desde sus tiempos de sindicalista rebelde donde organizaba las grandes huelgas de trabajadores, así como están cambiando las condiciones de esos nuevos trabajadores. Y ha entendido que en los últimos cuatro años del Gobierno de extrema derecha, Brasil ha dado muchos pasos atrás y es urgente recuperar lo que ha sido destruido.

Si acaso Lula y su Gobierno al que está teniendo que construir pensando en un Congreso hostil, es que más que su política exterior debe centrarse en su propio país. Un país que sigue crucificado con su mayoría de pobres que no consiguen acabar el mes, con un racismo que se resiste a morir, con una carga de violencia que aumenta cada día y con la eterna resignación de los que han perdido la esperanza de días mejores.

Y en un país en el que los más jóvenes, que ellos sí son el futuro del país, sueñan con irse al exterior en busca de lo que aquí no consiguen y donde pierden la esperanza, el interés por la política y la democracia.

Lula seguramente pasará a la historia si consigue sacar de los escombros al Brasil destruido y humillado por el bolsonarismo. Sí, al Brasil de hoy, sin esperar más al futuro, al Brasil que había empezado a perder la esperanza amenazado por la ola ultra mundial que evoca las tinieblas de tiempos que parecían haber acabado para siempre y que empiezan a resurgir con nuevos miedos y escalofríos.

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