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POLÍTICA BRASIL
Columna
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La ambientalista Marina Silva, una espina y una incógnita en el corazón del Gobierno de Lula

El ministerio de Medio Ambiente negó la licencia para la exploración petrolífera en la Amazonia, en la que Petrobras y otras empresas tienen puestos los ojos por barajarse allí miles de millones de dólares

Marina Silva
Marina Silva, ministra de Medio Ambiente de Brasil, en una conferencia de prensa el pasado 17 de mayo.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
Juan Arias

Lula está en Japón, mientras en Brasil le ha estallado una crisis que es la que menos desearía por tener repercusiones mundiales. Atañe a una decisión del ministerio de Medio Ambiente, presidido por la emblemática y ecologista Marina Silva, referente al delicado problema de la exploración de petróleo en la zona de la Amazonia.

El ministerio de Medio Ambiente acaba de negar la licencia para la exploración del llamado oro negro en la zona amazónica de Amapá, en la que tienen puestos los ojos desde la brasileña Petrobras a las empresas extranjeras por barajarse allí miles de millones de dólares.

La decisión de la ministra Marina Silva ha creado ya la primera víctima en su propio partido. El senador, Randolfe Rodríguez, una de las piezas claves del partido La Red, fundado por ella y aliado del Gobierno ya ha anunciado su salida del partido.

Ahora Lula deberá decidir salomónicamente sobre dos piezas claves de su Gobierno, Rondolfe y Silva, algo que creará una polvareda en sus planes de presidir una Administración unida y por primera vez con personajes desde el centro a la derecha.

La posible controversia con la decisión de la ministra Marina Silva de vetar la exploración petrolífera en la Amazonia es más emblemática por el precedente del primer Gobierno de Lula, que sorprendió nombrando ya entonces a Silva como ministra del Medio Ambiente. La famosa ecologista acabó abandonando el cargo por falta de apoyo entonces a sus exigencias medioambientales.

Lula tuvo la buena idea de convocar de nuevo a Marina Silva como ministra. El medio ambiente es un tema que 20 años después de su primer Gobierno se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de la política mundial. Y Silva fue emblemática apostando esta vez en la lucha contra la destrucción de la Amazonia. Fue un abrazo de ambos preñado de simbolismo.

Con los ojos del mundo puestos en Brasil, donde su mayor tesoro, más que su petróleo es la riqueza de la Amazonia, la posible nueva crisis con Marina no siempre bien vista por su radicalidad dentro de su partido, el PT, sería esta vez doblemente dramático.

Lula va a necesitar de toda su gran capacidad negociadora para evitar que, por segunda vez, Marina Silva pueda acabar dejando su puesto. Y es que ella, con un historial parecido al de Lula que llegó a la cumbre del poder desde la nada, no es una ministra cualquiera.

Silva es una referencia mundial en la lucha contra la destrucción del planeta. Con el agravante, ante buena parte del resto de los políticos, de su reconocida integridad moral al no haberse nunca vista envuelta en escándalos de corrupción y de llevar una vida austera.

Recuerdo cuando en 2003, recién nombrada ministra de Lula, la entrevisté en Brasilia para este periódico. Me chocó el piso sencillo, de clase media baja en el que vivía y la austeridad del mismo.

Cuando le pregunté si no le importaba que la acusaran de ser excesivamente ingenua en sus ideales de defensa del medio ambiente, me recordó la Biblia donde se cuenta que el profeta Abraham con 100 años plantó un árbol. Cuando le recordaron que él, por su edad ya no recogería sus frutos respondió que no lo había plantado para él sino para los que le precederán. No, Marina, una vez más, no será una ministra fácil. Ni para el estratega Lula.

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