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Inteligencia Artificial
Columna
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La Inteligencia Artificial y la cebolla de Szymborska

La IA y sus sacerdotes aún no han entendido que la inspiración nace siempre de un eterno “no sé”

Juan Arias
Wislawa Szymborska, en su casa en Cracovia en 2000.
Wislawa Szymborska, en su casa en Cracovia en 2000.Witold Krassowski (EL PAÍS)

La Inteligencia Artificial (IA) está asombrando a nuestro mundo. Sobre ella nos hacemos preocupados mil preguntas aún sin respuesta. Nos infunde miedo la incógnita de hasta dónde puede llegar. ¿Conseguirá arañar hasta a la poesía, último refugio sagrado de la sabiduría?

Estuve releyendo a la poeta polaca Wislawa Szymborska, Nobel de Literatura en 1996, sus metáforas preñadas de espanto, su creatividad de lenguaje, sus sobresaltos poéticos, su afirmación: “La inspiración, cualquiera que sea su verdadera origen, nace de un eterno ‘no sé”. Y me pregunto aliviado si la IA será capaz de crear semejante abismo de belleza.

La poesía, la única capaz, como escribe la poeta brasileña, Roseana Murray, de “sembrar árboles y sombras” o de elevar hasta las estrellas la realidad de una banal cebolla, nunca conseguirá imitar el misterio impenetrable de la creatividad poética.

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Sí, solo una mente humana será capaz de arrancarle a una simple cebolla destellos tan sublimes de creatividad como ha hecho Szymborska:

“Otra cosa es la cebolla.

No tiene interioridad

es ella misma, la cebolla.

Un ser coherente la cebolla,

creación bien sucedida.

Cuando una camada se descarta,

la menor en la mayor está contenida

y en la siguiente la sucesiva.

Una fuga centrípeta

un eco que en coro se desarrolla”.

Si la IA cree que lo podrá todo hasta crear metáforas y sentidos ocultos, se equivoca. “Todo” es una palabra sagrada, imposible. Quizás lo sea solo en poesía. La poeta polaca escribe:

“Todo, palabra insolente y llena de presunción. Debería escribirse entre aspas. Finge que no omite nada, que agrega, que engloba, contiene y tiene y mientras tanto es solo un andrajo de tormenta”.

La Inteligencia Artificial y sus sacerdotes aún no han entendido que la inspiración, cualquiera que sea su origen, nace de un eterno “no sé”. Y es que la frase “no sé”, es pequeña, pero vuela sobre alas poderosas.

Citando al Eclesiastés, “nada nuevo bajo el sol”, Szymborska escribe que en el lenguaje de la poesía “nada nunca es ordinario, ni un día ni una noche y, sobre todo, ninguna minúscula existencia en este mundo”.

Y recuerda profética que si Newton no hubiera dicho “no sé”, la manzana no hubiese caído a sus pies.

Quizás sea solo un sueño mío, pero prefiero pensar que la IA, que tanto espanto está creando, nunca será capaz de inventar una imagen original. No creará poesía de verdad, solo podrá copiar.

Un colega mío de este diario, que goza de un gran sentido literario, me escribe después de haber pasado una semana de descanso con su familia, que “se sintió querido” y que “al final eso es lo que importa”. Le respondí que fue capaz de sentirse querido porque querer no es solo amar.

Me respondió: “Dime más, eso me interesa”. ¿Qué le hubiese respondido la tan cacareada Inteligencia Artificial?

Sí, prefiero creer que, por poderosa y amedrentadora que sea la IA, nunca será capaz de atravesar el abismo de la creatividad humana ni de escribir, con tanta sabiduría, un poema sublime sobre una simple y humilde cebolla.

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