Haz lo que yo digo, no lo que yo hago

En la noche del 23-J, después de conocer los resultados electorales, escuché a Alberto Núñez Feijóo pedir al líder del PSOE que no bloqueara la formación de un Ejecutivo del Partido Popular. Y lo dijo sin inmutarse, al mismo tiempo que su partido, incumpliendo la Constitución, lleva bloqueando durante más de cuatro años la renovación de un órgano fundamental para el buen funcionamiento de la democracia, como es el Consejo General del Poder Judicial. Por si fuera poco su descaro, el líder del PP defendió que se deje gobernar a la lista más votada, cuando aún está fresco el bochorno de Extremadura y lo ocurrido en aquellos municipios donde el PSOE fue el partido más votado el 28-M y, a pesar de ello, el PP se coaligó con Vox para gobernar. Este hombre no sería el primero en decir aquello de haz lo que yo digo, y no lo que yo hago, pero lo aplica como nadie.

Enrique Chicote Serna. Arganda del Rey (Madrid)

El beso de Judas

Jesús sabía que tenía un traidor en la última cena. Alguien de dentro se la jugó. En Génova ocurrió lo mismo. Feijóo vivió en directo lo que podía haber sido su sentencia. Su propio pueblo aclamó a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que resaltaba con un vestido rojo en lo que parecía una fiesta ibicenca de los populares. Una celebración donde poco había que festejar. Un globo que se pinchó. Ayuso es la única vencedora en la derecha. Podía ser la última cena para más de uno. La humillación fue interna. No había nada más doloroso.

Juan Pérez Martín. Córdoba

Las reglas son reglas

En democracia no gana el que primero alcanza la meta, sino que gobierna aquella formación política que logra sumar más apoyos, lo que significa que, de esta forma, un mayor número de ciudadanos quedará, en justicia, representado. Así las cosas, por mucho que el PP repita como un mantra que debe gobernar la lista más votada, no cuela. Tan solo entre sus incondicionales que, por cierto, no usaron la misma vara de medir en Extremadura.

Félix Jiménez Fernández. Madrid

Un pacto

Vistos los resultados del domingo, a fin de no quedar sometidos a alianzas imposibles, PP y PSOE deberían pactar un Gobierno de concentración que evitase repeticiones estériles y la pérdida de un tiempo precioso que no tenemos. Si en Alemania fue posible. ¿Por qué aquí no? Me niego a que la actual crispación y polarización de nuestra escena política parezca la maldición de Sísifo. Ese pacto de centralidad permitiría resolver muchas cosas, empezando por una reforma constitucional, y dejar atrás esta era absurda de ruido y furia.

Miguel Ángel Cuevas Cosío. Sancibrián (Cantabria)

Quiero saber qué pasó

A mi bisabuelo Torcuato Hernández, de Cogollos de Guadix, lo fueron a buscar de noche para hacerle el paseíllo y lo encontraron varios días después en un pozo. Lo habían torturado. Era el maestro del pueblo antes de ir a la guerra. Al ser del bando perdedor, se escondió un tiempo, pero quiso volver a su pueblo. Y, por eso, lo mataron. Mi abuela no hablaba del tema y mi madre ha querido pasar página. Pero a mí sí me gustaría saber lo que pasó.

María Cristina Muñoz. Mallorca