La dificultad de sumar en una cultura caníbal
Las diferencias entre Ione Belarra e Irene Montero (Unidas Podemos), por un lado, y la propia Yolanda Díaz (procedente del PCE), por otro, dinamitaron desde el principio la propulsión que la plataforma habría podido adquirir
Las revoluciones suelen fallar antes por sus divisiones internas que por la fortaleza del objetivo a batir. La historia está llena de ejemplos, pero quien mejor lo expresó fue la inteligente película La vida de Brian, en la que los cuatro gatos de aquel mítico Frente Popular de Judea acogían a un quinto miembro al que, más allá de exigir el odio común a los romanos que les unía, le pedían el mismo odio al Frente del Pueblo Judaico, al Frente Popular del Pueblo Judaico y otras variaciones que ni ellos mismos sabían ya distinguir.
La trifulca que se desataba era caníbal. Y algo así es lo que ha vivido ese espacio situado a la izquierda del PSOE, nacido del descontento, del hartazgo y de la indignación del 15-M con la promesa de “asaltar los cielos” y que ha ido pasando de los 71 escaños logrados en 2016 a los 31 de 2023 en la nueva reencarnación liderada por Yolanda Díaz.
El camino del adelgazamiento de Podemos ha sido largo y sostenido. La merma se ha vivido en cada elección. Pero la división ha sido creciente hasta lastrar el lanzamiento y resultado de Sumar, la plataforma liderada por Yolanda Díaz, que aspiraba al menos a igualar o superar los datos que alcanzaron en noviembre de 2019 Unidas Podemos (35 escaños, con el 13% de los votos) y Más País (3 escaños, con el 2,3% de los votos), que entonces iban separados y que han confluido en Sumar junto a otras formaciones. Ayer sumó 31 escaños con el 12,2% de los votos.
La retirada de Pablo Iglesias de la vicepresidencia del Gobierno y del liderazgo de Unidas Podemos dio el pistoletazo de salida para una plataforma que ha unido a los distintos grupos de izquierda acostumbrados a convivir con más diferencias que puntos de unión. Eso en sí ha sido un milagro. El propio Iglesias señaló a Yolanda Díaz y ella recogió el guante como un reto histórico que permitiera superar las diferencia y lograr el empuje para convertirse en necesario en cualquier Gobierno del PSOE. Pero las intenciones se tambalearon pronto por el mismo veneno que se pretendía combatir: la división.
Las diferencias entre Ione Belarra e Irene Montero (Unidas Podemos), por un lado, y la propia Yolanda Díaz (procedente del PCE), por otro, dinamitaron desde el principio la propulsión que la plataforma Sumar habría podido adquirir. Sobre todo, porque las discrepancias se centraron en lo más feo: la mera batalla por el poder.
Mientras las dirigentes de Podemos peleaban por su cuota, Iglesias se dedicaba a airear las diferencias en público. Odiar a los judaicos más que a los propios romanos fue el deporte favorito de los supervivientes de un proyecto del que antes ya habían sido purgados otros como Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y más.
El grupo había ido mermando a mordiscos y el lanzamiento de la plataforma Sumar no podía quedar indemne de esa cultura caníbal. La propia Díaz también añadió polvareda al optar por no invitar a los podemitas más significados a los escenarios y a esperar a que se estrellaran en las municipales y autonómicas de mayo, que es lo que ocurrió.
La lideresa aspiraba a negociar con ellos o sus restos tras el 28-M, pero el adelanto electoral la pilló por sorpresa y forzó a una negociación que dejó cadáveres, entre ellos el de la ministra Montero. La campaña además arrancó tibia y solo en la última semana Díaz sacó el colmillo contra su viejo conocido Alberto Núñez Feijóo, y especialmente, contra Abascal, ante quien se creció en el debate a tres.
El resultado, aunque menor que el de 2019, es en todo caso importante para una formación que acaba de empezar a andar. Y clave para las posibilidades del PSOE de lograr un frente firme contra la derecha.
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