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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

O Trump, o ley

El ataque antidemocrático del expresidente a la justicia por su imputación encuentra un alarmante grado de apoyo en el Partido Republicano

Donald Trump, el pasado martes en Nueva Jersey tras comparecer ante un juzgado federal en Miami.
Donald Trump, el pasado martes en Nueva Jersey tras comparecer ante un juzgado federal en Miami.Andrew Harnik (AP)
El País

El escrito de acusación del Departamento de Justicia de Estados Unidos contra el expresidente Donald Trump contiene un importante nivel de detalle sobre las pruebas para imputarle hasta 37 delitos relacionados con el manejo de documentos clasificados del Gobierno que se llevó de la Casa Blanca. La parte interpretable de cualquier acusación y la capacidad técnica de la Fiscalía para lograr una condena se verán en el resto del proceso, pero en ese medio centenar de folios se afirma sin margen de duda que Trump sabía que tenía que devolver esos documentos, se resistió a entregarlos cuando se los pidieron y mintió a sus propios abogados y al FBI sobre ello. Cientos de esos papeles son secretos y contienen información sobre el programa nuclear de EE UU, así como planes de ataque o de defensa específicos de otros países. El relato y las pruebas iniciales de la Fiscalía son demoledores.

Trump se presentó el pasado martes en un juzgado federal de Miami, escuchó los cargos de boca de un juez, se declaró no culpable por medio de sus abogados y después montó su habitual show de subversión democrática que tanto estimula a sus seguidores. Denunció lo que considera una persecución política “escandalosa y salvaje”, llamó “demente” al fiscal especial del caso, exigió a los republicanos “ponerse duros” y prometió venganza contra sus enemigos si vuelve a ser presidente.

Es aquí donde EE UU, y el mundo, se gira para mirar qué hace el Partido Republicano, cuyas bases más comprometidas están dispuestas a aupar a Trump de nuevo como candidato a la presidencia. La dinámica es la misma desde hace ocho años y, salvo excepciones, ni una sola vez se ha visto una condena a la altura del desafío. Primero tuvieron que elegir entre Trump y la decencia. Después, entre Trump y la verdad. Finalmente, desde que perdió las elecciones, la disyuntiva es entre Trump y la ley, y, por tanto, la democracia misma. El expresidente se enfrenta a 71 cargos criminales en dos jurisdicciones distintas (la federal y la de Manhattan), con varios más en camino. La situación procesal del expresidente solo puede ir a peor, y con ella su virulencia contra el Estado de derecho.

El inicio de las primarias complica aún más la situación. Es descorazonador ver cómo estos días han sido minoría las voces republicanas en defensa de la justicia frente a Trump. Ni siquiera los candidatos que lo han criticado abiertamente, como Mike Pence o Chris Christie, parecen dispuestos a combatirlo si llega a ser nominado. Ya no caben razones de pragmatismo político para sostener una tibieza que siempre fue inaceptable y vergonzante. Si finalmente el Partido Republicano se rinde a su destrucción y vuelve a elegir a Trump como candidato, la votación de 2024 ya no será un referéndum sobre sus políticas o sobre su persona. Será un referéndum sobre el Estado de derecho en un país al borde del abismo.

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