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Columna
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El espíritu de Laudrup

¿Qué es lo que define a ese nuevo nosotros? La pregunta es inevitable cuando parece que el principal escollo en una negociación era la presencia o no de una persona

Yolanda Díaz, durante un acto en la sede del Ministerio de Trabajo, el día 2 en Madrid.
Yolanda Díaz, durante un acto en la sede del Ministerio de Trabajo, el día 2 en Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)
Máriam Martínez-Bascuñán

“¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión?”, fue el lema de la campaña de Podemos en las elecciones europeas de mayo de 2014. Ningún partido por entonces se podía permitir el lujo de llevar un emblema así. Había mucha energía en un proyecto que afirmaba sin complejos la ilusión por la victoria. Esa ilusión era posible en parte porque la política no se reducía a unos gráficos del reparto de parlamentarios: se estaba creando un espacio político. Errejón solía explicarlo muy bien con su metáfora futbolística: “A mí de pequeño me encantaba Laudrup, un jugador del Real Madrid que no es que hiciera pases en huecos que ya existían, sino que los inventaba, daba pases fabricando espacios”. Crear un espacio político era algo distinto de agrupar a la izquierda. Se trataba de ocupar “la centralidad del tablero político”, con una nueva hegemonía que redibujara de otra manera las fronteras políticas y quién se situaba a cada lado. ¡Qué tiempos aquellos!

Hoy obviamente el momento es otro y la melancolía nunca ha sido productiva. Las fronteras son más férreas que nunca y por la forma en la que han discurrido las negociaciones es inevitable preguntarse si esa obsesión por los gráficos de reparto y los nombres no limita demasiado las condiciones que a simple vista no se ven, o no se perciben porque lo único que se ve es el trocito de tarta que hay que repartir: territorios, listas, puestos de salida... ¿Qué es lo que define a ese nuevo nosotros? La pregunta es inevitable cuando parece que el principal escollo para que saliera adelante una negociación era la presencia o no de una persona, que la unidad de la izquierda ―nada más y nada menos― dependía de la presencia de una persona. Tal vez la respuesta hay que buscarla de nuevo en Laudrup: si Yolanda Díaz quiere presentarse como fundadora de un nuevo régimen, tiene que mancharse las manos, cometer un crimen, pues es desaconsejable para cualquier soberano depender de soldados prestados. Pero cuidado, lo que a ojos del espacio afín al PSOE puede resultar una operación exitosa, puede igualmente dejar fuera a un sector de la izquierda. Con todo, lo más importante no es eso, sino reparar en el hecho de que hay una fina línea que distingue entre lo que es agrupar al descontento-resignación ―sin sentido político―, de una fuerza que se define a partir de su voluntad de cambio.

Es verdad que el tiempo es otro. La voluntad de cambio parece definida por la reveladora confesión de Feijóo de convertir el Ministerio de Igualdad en un departamento “como en su época”. ¿El tiempo de hoy es esa época de Feijóo? El momento presente no viene marcado por la desaparición de Irene Montero, o no solo. Se trata de una época que recupera a Carmen Calvo y deja en una situación complicada a quien ha dado la cara por el feminismo socialista en momentos duros, como la joven Andrea Fernández (número dos por León) o la “diputada revelación” Laura Berja, otra promesa socialista. Merece la pena preguntarse dónde se están ubicando hoy las izquierdas o si más bien se están dejando ubicar por la voluntad de cambio de otros.

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