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Columna
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Las ‘peoras’

La política democrática es el arte de avanzar en derechos y libertades pese a la constante chapuza legislativa, judicial, periodística y electoral

El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, en el Parlamento.
El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, en el Parlamento.Jessica Taylor (REUTERS)
David Trueba

Contaban algunos allegados del escritor Sánchez Ferlosio que en una época salía a la calle para huir de las obras de reforma en su vivienda y si alguien le preguntaba, respondía: “Estamos haciendo unas peoras en casa”. La idea de la peora es una valiosa aportación sobre los límites de la percepción humana. Hace años un tipo trataba de convencerme de que gracias a las redes sociales cualquier persona en cualquier parte del mundo podía tener un acceso personal a mí. “¿No te parece una mejora increíble para las relaciones humanas?”. Este es un ejemplo perfecto de lo que llamaría peora. Esa misma sensación tuve al leer los informes sobre inmigración en el Reino Unido que se publicaron la semana pasada. Merece detenerse un instante sobre el asunto, porque no podemos olvidar que la razón de más peso por la que una mayoría de votantes británicos abrazaron su salida de la Unión Europea fue aquella promesa de reducir la llegada de inmigración extranjera. Pues bien, según los datos que se manejan, tras aplicarse el Brexit y recuperar la autoridad y el control migratorio, el Reino Unido ha recibido más inmigración que nunca. La única que se ha reducido es la que responde a orígenes europeos, pues varios miles han abandonado un país que ahora les resulta más hostil que antes.

La emigración ilegal, como todo el mundo sabe, es un fenómeno social que no responde a los vaivenes ideológicos, sino a crisis alimentarias y bélicas. Las respuestas al asunto vienen indefectiblemente teñidas de dramáticas llamadas al autoritarismo y del fraude del control fronterizo. En muchas ocasiones es el asesinato, la extorsión y la humillación la única estrategia de enfrentamiento al problema que se pone en marcha. Eso sí, con la mirada indulgente de la propia población, que ha convertido el ejercicio de mirar para otro lado en una disciplina artística. El Brexit se ejecuta con la dinámica que más o menos se preveía. Unas cosas resultan ventajosas, pero otras muchas son un auténtico desastre económico y social. Como nadie se hará nunca responsable, permite incluso a los perpetradores eludir cualquier aclaración. Reconozco que a mí me sirvió para un ejercicio de tolerancia que recomiendo a cualquiera, sobre todo a esos que tachan de su lista de admiración a quien se exprese con libertad. Tengo desde hace décadas a Michael Caine por uno de los mejores actores del mundo. Sus opiniones políticas jamás coinciden con las mías. También se posicionó a favor de Brexit y, pese a ello, me sigue pareciendo un actor formidable y si ahora mismo me contrataran para dirigirle incluso en un remake de Qué gozada de divorcio, me lanzaba directo al encargo. Me asquean las listas negras y los boicots por razones de pensamiento.

Las peoras se emprenden por el noble empuje de encontrar soluciones y remedios a ciertas incomodidades. Todos los que han emprendido reformas en el hogar saben a lo que me refiero. Ese nuevo interruptor torcido, ese suelo que ha quedado inclinado, esa mano de pintura atrevida que con el tiempo alcanza la calidad de escalofriante, ese grifo moderno monomando que es infame pero te retaba probarlo. Ojo, las peoras no se remiten al ámbito imprevisible de la albañilería. Sin ir más lejos, la política democrática es el arte de avanzar en derechos y libertades pese a la constante chapuza legislativa, judicial, periodística y electoral. Qué gozada.

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