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Columna
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Caníbales

Prometer el regreso al paraíso mediante el Brexit fue un deporte que no tuvo en cuenta que este no existe si se basa en la exclusión. Aprendamos la lección

El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak.
El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak.Stefan Rousseau (AP)
Berna González Harbour

Lo importante de ir puede ser la capacidad de volver. Cierto que hay destinos de los que es mejor no regresar. Como hay orígenes que no conviene revisitar. Pero, en general, todos los que tienen que ver con la convivencia y la capacidad de coexistir en sociedad suelen necesitar la puerta abierta, la llave en el bolsillo o la posibilidad de llamar y que una mano amiga te abra. No somos autosuficientes. Nos harán falta los demás. El camino de ida y vuelta.

Viene esto a cuento de las elecciones, lógicos escenarios de enfrentamiento en los que, sin embargo, el tamaño de la distancia es directamente proporcional al fracaso. La polarización se ha hecho tan grande en nuestros días que nos vuelve caníbales y contamina a los del propio bando. Parece que nadie está pensando en el día siguiente. En la hora en que, después de ir, habrá que volver. Después de insultar, habrá que verse las caras. Después de romper, habrá que pegar los pedazos.

En estos días de campaña hay cosas importantes que han pasado más inadvertidas y una de ellas ha ocurrido en el Reino Unido, espejo de los errores que no hay que cometer. El Gobierno encabezado por Rishi Sunak ha conocido una cifra que estremece a sus huestes más xenófobas: la inmigración se ha disparado en contra de lo prometido —que era reducirla— y el ala dura de los tories ha puesto el grito en el cielo. Se da la increíble paradoja que nadie había imaginado: se han ido miles de trabajadores de la UE, pero la llegada desde Afganistán, Hong Kong, Ucrania y otros países extracomunitarios ha superado con creces las salidas. El saldo es de 600.000 habitantes más, una cifra récord en un año. El Brexit ha fracasado, ha llegado a decir Nigel Farage, uno de sus mayores promotores.

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Y es que el Brexit es, precisamente, uno de esos caminos de ruptura de los que nadie sabe cómo regresar. Calentar la boca contra Europa fue fácil. Rechazar la inmigración también. Prometer el regreso al paraíso fue un deporte que no tuvo en cuenta que este no existe si se basa en la exclusión.

Hoy, los empresarios británicos piden más cupos para trabajadores extranjeros, pues falta mano de obra. Y los tories que quisieron expulsar a polacos o españoles pedirán el café a los afganos. Mientras Sunak se esfuerza por deportar inmigrantes a Ruanda, la realidad pide paso. La canibalización del otro deja heridas y mina el camino de regreso. Aprendamos la lección.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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