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Columna
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El dilema Bildu-Vox

La formación vasca camina hacia su normalización, mientras que el partido de Abascal acrece su perfil ultra

Iván Espinosa de los Monteros (Vox) sale del hemiciclo durante una intervención de Oskar Matute (Bildu) en el Congreso.
Iván Espinosa de los Monteros (Vox) sale del hemiciclo durante una intervención de Oskar Matute (Bildu) en el Congreso.Uly Martín
Xavier Vidal-Folch

Vox y Bildu provocan mucho rechazo social, a veces repugnancia. Y también alguna aceptación. Son datos que la democracia debe manejar. Para encauzar sus aristas, o achicar su influencia. Pero hay que distinguirlos, pues el dilema que plantean como piezas de alianzas gubernamentales opuestas es de distinta naturaleza: de socio o de apoyo.

Lo primero es refrescar conceptos. Euskal Herria Bildu (Reunir el País Vasco, en euskera) no es exactamente el sucesor de ETA. Lo crearon en 2012 Eusko Alkartasuna (escisión del PNV, pacífica, protagonizada por el lehendakari Carlos Garaikoetexea); la pacifista Aralar (que condenó la violencia terrorista y el asesinato de Miguel Ángel Blanco); Alternatiba (con b, una versión de Izquierda Unida) y los afines a Sortu, heredera de Batasuna, la rama política del execrable terror.

Su gran problema democrático es no haber culminado rotundamente la ruptura con el legado de esta última. No haber contribuido del todo al reconocimiento de las víctimas, haber auspiciado homenajes a sus falsos héroes (luego rectificaron), o llevarlos a sus listas (luego semirrectificaron). Pero es un partido legal, por estatuto contrario a la violencia, y de conducta de facto aceptada, ya que PP y PSOE admiten recibir sus votos.

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También Vox es legal. Fundado en 2013 por militantes escindidos de un partido convencional (aunque fundado por un exministro franquista que firmó penas de muerte), el PP. Se creó con donaciones de cuantía ilegal (un millón de euros) del CNRI, un grupo iraní declarado terrorista... hasta el año anterior. Sigue con episodios tortuosos. Falsea sus cuentas oficiales. Sus dirigentes Iván Espinosa y Rocío Monasterio han sido condenados por facturas falsas y obras ilegales. Y hace nada una candidata de Parla ha sido detenida acusada de crear una red de narcotráfico.

Bildu es separatista (lamentable... y legítimo). Pero Vox es racista, xenófobo y propugna clausurar partidos, derechos de la mujer y el sistema autonómico. Su gran deslinde en el tablero de alianzas: Vox cogobierna ya con el PP (Castilla y León). Son socios intrínsecos. Mientras, Bildu ha brindado sus votos tanto al PP vasco (votaron juntos 127 veces hasta 2019, y siguen) como al Gobierno del PSOE-UP: alianzas circunstanciales y volátiles.

Una parte de Bildu tiene problemas con su origen (Sortu); Vox entero, también, aunque menos. Pero aquella camina hacia su normalización; y Vox acrece su perfil ultra. Como nos dijo (9 de mayo, 2019) en la Universidad de Alcalá a un grupo de europeístas uno de sus fundadores, Alejo Vidal-Quadras, explicando su baja en el partido: “Es que cada día les gusta más Mussolini”.

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