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tribuna
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Una cascada de zombis cayendo

Es más probable que la próxima crisis de deuda de la zona euro sea alemana que italiana

Una mujer camina frente a una oficina del banco suizo Credit Suisse en Berna, en noviembre pasado.
Una mujer camina frente a una oficina del banco suizo Credit Suisse en Berna, en noviembre pasado.ARND WIEGMANN (REUTERS)
Wolfgang Münchau

Uno sabe que se encuentra ante una crisis financiera de otro tipo cuando el gobernador del banco central griego se jacta de que su país no tiene una exposición significativa a Suiza. El comentario de Yannis Stournaras añade un toque cómico a las perennes crisis financieras europeas.

Su observación es bastante injusta con los suizos. En mi opinión, lo han hecho bastante bien. Al Gobierno y al banco central del país helvético les bastó un fin de semana para salir del lío de Credit Suisse. Consiguieron que UBS, el mayor banco suizo, absorbiera la entidad. Se acabó la crisis. Compárese con la crisis de deuda de la zona euro, que duró muchos años.

La eurozona sigue siendo vulnerable hoy en día. La crisis de la deuda soberana de la pasada década nunca se ha resuelto formalmente. Lo que pasó fue que el Banco Central Europeo (BCE) acudió al rescate de los gobiernos nacionales en 2015 comprando bonos del Estado mediante una política de relajación cuantitativa. Esa decisión alivió la presión sobre la rentabilidad de los bonos. Pero tuvo un coste. También impidió que los gobiernos hicieran frente a los desequilibrios económicos subyacentes de la economía europea: el bajo crecimiento de la productividad de Italia; los excesivos superávits por cuenta corriente de Alemania y Países Bajos; la falta de inversión en economía digital; y un sector bancario aquejado de debilidad crónica.

Es casi seguro que, esta vez, una crisis de la eurozona no empezaría en Grecia. Las crisis financieras nunca se repiten exactamente igual. Uno de los posibles escenarios conflictivos es el siguiente: una crisis de la deuda en el nexo entre los bancos de propiedad estatal, unos sectores cuyos años dorados ya han quedado atrás, y unos gobiernos dispuestos a proteger su modelo económico a toda costa. La industria automovilística alemana, por ejemplo, podría desencadenar un temblor de estas características en los próximos años. El sector se esfuerza por hacer la transición al mundo de los coches eléctricos y la inteligencia artificial. Hay una cantidad inmensa de recursos financieros vinculados a él. Un nodo crucial en este escenario podrían ser los bancos estatales, como las cajas de ahorros alemanas o las entidades mutualistas.

Muchas de estas instituciones financieras son demasiado pequeñas para estar sometidas al poder de supervisión del Banco Central Europeo. Hay muchas cosas bajo el capó que no vemos. Pero incluso las instituciones sólidas controladas por el BCE pueden ser vulnerables durante un contagio.

Pero da igual dónde empiece una crisis; siempre pasa por los bancos. Uno de los efectos del terremoto financiero de 2008 fue una renacionalización de hecho de los sistemas bancarios, ya que cada gobierno se vio obligado a rescatar a sus propias instituciones bancarias. En una unión monetaria esto es una auténtica locura, y una fuente de vulnerabilidad permanente. No todos los gobiernos tienen la capacidad de rescatar un banco grande. Hasta Alemania podría verse en apuros en determinadas circunstancias.

¿Y qué hay de la unión bancaria de la UE? Fue una respuesta a la crisis financiera. Por desgracia, se trató de una unión solo de nombre. Únicamente los bancos más grandes están sometidos a una supervisión para toda la UE. No hay un fondo de garantía de depósitos conjunto, pero el principal problema es que el régimen de resolución bancaria no funciona. El objetivo de un mecanismo de resolución es poder hacer lo que Suiza ha hecho recientemente con UBS y Credit Suisse. El equivalente para la Unión Europea sería que un banco francés comprara un banco alemán o italiano en quiebra. Sin embargo, esto no va a suceder, porque habría que pasar por encima de Giorgia Meloni y de Olaf Scholz. Suerte a quien lo intente.

En esta ocasión tampoco existe la posibilidad de que el Banco Central Europeo salga al rescate. Recordemos que fue una circunstancia extraordinariamente fortuita la que permitió que el BCE comprara deuda en la pasada década. Con las compras se intentaba hacer que subiera la inflación cuando era demasiado baja. Que las adquisiciones ayudaran al mismo tiempo a los gobiernos a encontrar compradores dispuestos a adquirir su deuda fue un feliz efecto secundario. Normalmente, los bancos centrales utilizan un solo instrumento político para un objetivo. La decisión del BCE de aplicar la relajación cuantitativa constituyó un raro ejemplo de golfista que gana la competición con un solo palo. La expresión la inventó Ted Heath, ex primer ministro británico, para referirse a una política que aplica un solo instrumento a múltiples objetivos.

Actualmente, nos encontramos de nuevo en un escenario en el que esto no funciona. La inflación es alta y, al menos en mi opinión, es probable que siga por encima del objetivo del 2% durante mucho tiempo. En un entorno así, los bancos centrales disponen de menos margen de maniobra. Necesitan mantener altos los tipos de interés para combatir la inflación. Así las cosas, es más probable que opten por vender que por comprar deuda.

Los bancos centrales tienen una capacidad infinita de ayudar a los bancos con falta de liquidez. La Reserva Federal proporcionó un generoso alivio al sistema bancario estadounidense tras la quiebra de Silicon Valley Bank. El Gobierno de Estados Unidos garantizó a los clientes de la entidad, incluidos aquellos cuyos fondos superaban los 250.000 dólares, el seguro de sus depósitos.

Estados Unidos y Suiza reaccionaron rápidamente. La zona euro no es así. El escenario que me temo para Europa es una crisis de combustión lenta, una cadena de empresas insolventes financiadas por bancos insolventes que luego son rescatados por gobiernos cuya solvencia también se debilitará. Una cascada de zombis cayendo. Durante un tiempo, los bancos pueden jugar el viejo juego de “fingir y prolongar”: fingir que sus préstamos siguen funcionando, y luego prolongarlos indefinidamente. Pero por el camino acaba creándose una economía zombi y nuevos bancos zombis que se añaden a los ya existentes. En los tiempos de la crisis financiera de la eurozona, la metáfora de la que más se abusó fue la de dar patadas a la lata. Cuando llegue la próxima crisis, la zona euro volverá a hacer lo único que sabe hacer: dar patadas a la lata.

Sin querer, el gobernador del banco central griego ha hecho una observación acertada. Al fin y al cabo, la eurozona no es Suiza.

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