¿Por qué Brasil impulsa una imponente movilización política a favor de la mujer?
Lula da Silva ha convocado a manifestaciones a favor de políticas feministas en un país desigual y machista
Brasil está viviendo una extraña contradicción: mientras se trata de uno de los países de América con el mayor número de leyes e iniciativas contra la violencia femenina, las agresiones a las mujeres han crecido alarmantemente en los últimos años. Según un informe de Datafolha, cada minuto 35 mujeres son agredidas. De ellas, el 31% a mano de sus maridos o exparejas.
Quizá por ello y porque sabe que fue elegido gracias al voto femenino, el presidente Lula da Silva, ha lanzado para el próximo día 8, Día Internacional de la Mujer y para todo el mes de marzo, la mayor movilización a favor de la mujer conocida hasta hoy.
Capitaneada por la ministra de las Mujeres, Cida Gonçalves y los otros 10 ministerios presididos por mujeres, las nuevas iniciativas en favor de los derechos de la mujer van a movilizar a 30 de los actuales 37 ministerios del Gobierno. Según la ministra de las Mujeres, la campaña de la nueva Administración tratará de los derechos de las mujeres “como valor innegociable con un conjunto de políticas que diferencien la vida del 52% de la población”.
A nadie escapa el hecho de que el aumento de los índices de violencia contra la mujer a pesar de las leyes existentes en su favor se debe a los cuatro años del Gobierno de ultraderecha de Jair Bolsonaro, con su fuerte acento machista, de desprecio por lo femenino y de agresión verbal contra las mujeres.
Y es curioso que, justamente en medio a ese clima de resurgimiento de la violencia contra la mujer, los políticos anden preocupados porque en los sondeos que ya empiezan a hacerse sobre las próximas elecciones presidenciales, aparecen mujeres de varias tendencias ideológicas.
De prevalecer en los sondeos para las próximas elecciones una preferencia del electorado por una candidata no cabe duda que Lula ha acertado en promover de mano de su nueva esposa, Janja, abiertamente feminista, la mayor campaña gubernamental conocida hasta hoy.
Entre las numerosas iniciativas y nuevas leyes a favor de la mujer lanzadas este mes, destaca la que promueve la igualdad de sueldo entre hombres y mujeres. La ley ya existía pero se había convertido en aguas de borraja. Esta vez, Lula jura que será cumplida y ya está movilizando las fuerzas políticas para poder llevarla a cabo.
No es que Lula haya destacado en su larga carrera como feminista convencido a pesar de que siempre contó con la simpatía del voto femenino, mismo que, paradojalmente, también favoreció al supermachista Bolsonaro.
Lula supo siempre jugar con dos barajas en lo que se refiere a su política de género. Fue siempre agraciado con el voto femenino y fue el primero que propuso para sucederle después de su segundo mandato a una mujer, su exministra, Dilma Rousseff y hoy la aguerrida Gleisi Hoffmann la presidenta de su partido, el PT. Y, sin embargo, nadie consideraría a Lula un feminista. Cuentan que cuando escogió a Dilma para ser candidata a su sucesión, un sindicalista le preguntó entre burlón y curioso por qué había escogido a una mujer. Lula poniéndole la mano en el hombro le dijo socarrón, en voz baja: “Porque ella es más macho que nosotros dos juntos”.
Lula es así y es quizá ese su sentido del humor y al mismo tiempo su simpatía por el mundo femenino que acaba siendo premiado en las urnas por lo que ha decidido, estimulado esta vez por el gran número de ministras, lanzar su gran cruzada con medidas y leyes concretas a favor de los derechos de la mujer.
Y es que las mujeres no solo son mayoría en Brasil sino también que muchas de ellas son negras y las que menos han podido estudiar y sobre las que recaen cada día las mayores agresiones.
La paradoja es que son esas mujeres negras las que fueron siempre las parias, las peor pagadas, las menos escuchadas, las más rechazadas, quienes han resistido y salvado a la sociedad con su fuerza moral en los peores momentos de calamidad como los de la pandemia y los del resurgimiento del hambre.
Ellas han sido y lo seguirán siendo los verdaderos pararrayos en los momentos más trágicos y sombríos de la historia de este país. Un país moderno, pero donde los jirones de la esclavitud siguen acompañando vergonzosamente a una sociedad donde la pirámide entre ricos y pobres, entre los que acumulan riqueza y los que sufren necesidad, sigue injustamente deformada.
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