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Columna
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Las dos novelas que faltan de Joaquín Sabina

Francisco Joaquín Martínez Sabina y Joaquín Ramón Martínez Sabina. Dos hermanos aparentemente en paz con sus vidas, homenajeados los dos en el presente

Joaquin Sabina acude a la presentación del documental 'Sintiendolo mucho', en el cine Callao en noviembre de 2022. Foto: ALDARA ZARRAOA (WIREIMAGE) | Vídeo: EPV
Manuel Jabois

Vista Sintiéndolo mucho, la película de Sabina. Fernando León de Aranoa enseña varios momentos impactantes y, entre esos, hace emerger la punta de dos grandes historias reducidas a los trozos de espejo del tiempo, único protagonista de la vida de Joaquín Sabina y de los demás.

La primera tiene que ver con la amistad: la de Joaquín Sabina y José Tomás, y los oficios multitudinarios de ambos. Es una historia de vísperas. Sabina a punto de salir a un concierto en Las Ventas, gritando en estado de pánico, vomitando, y Tomás a punto de salir a la arena de Aguascalientes, hierático, clavado en el suelo con la mirada perdida, a dos galaxias de distancia del resto de mortales; da miedo verlo. El artista tiene que enfrentarse a su público y el torero a la muerte. Es el mismo camino que va de la manoseada metáfora (salir a la plaza, coger el toro por los cuernos, cortar dos orejas) a la realidad: la de un hombre flaco que insiste en torear, un día de viento, de tal manera que el animal de 500 kilos le roce el traje; la gente enloquece entre olés, un toro lo levanta destrozándole la femoral y casi lo mata. El artista, su amigo, lo ve pasar por el callejón a dos metros de él inconsciente y ensangrentado; el artista está en su propia víspera, canta en unas horas, pero no grita ni vomita: su preocupación es que su amigo no muera en la sala de operaciones.

Otra gran historia que se intuye en el documental. Un Joaquín Sabina de 68 años visita su pueblo natal, Úbeda (Jaén) para recibir un homenaje. Allí le espera otro Joaquín Sabina, este de 72 años, inspector de policía jubilado. El primero es Joaquín Ramón Martínez Sabina y el segundo, su hermano mayor, es Francisco Joaquín Martínez Sabina, al que llaman Curro. La vida de ambos se empezó a bifurcar en los sesenta. Joaquín fue detenido por su padre comisario y se convirtió finalmente en fugitivo tras colocar explosivos en un banco como protesta por el proceso de Burgos; Curro siguió la carrera de su padre y se hizo policía. Dos hermanos de acuerdo con las vidas que tuvieron, aparentemente en paz con su pasado, homenajeados los dos en el presente. Joaquín estuvo siete años en Londres cantando en la calle antes de volver a España y empezar, tras el éxito en su país, a triunfar en América; Curro se hizo con plaza en la comisaría de Jaén y se casó con la hija del alcalde de Úbeda; trabajó 41 años, los últimos 20 como encargado del gabinete de prensa. También fue presidente de la plaza de toros.

Cuando se jubiló en 2009, a Curro le organizaron un acto con más de 150 personas. “Intuía que era muy querido, pero no tanto”, dijo su hermano, que le cantó un soneto (“Sin corbata, es verdad, pero con traje / y el corazón dispuesto al homenaje / forzosamente ejerzo de paisano. / Siempre que se jubila un policía / los chorizos dan saltos de alegría / y brindan con Sabina por su hermano”) y le regaló uno de los Ondas que había ganado por 19 días y 500 noches. En el Diario Jaén se da cuenta de que a Curro le regalaron, ese día, un chándal. “Es una prenda que no me he puesto en la vida y no lo voy a hacer ahora”, dijo para ningún escándalo de Joaquín, que debió de buscar la palabra en Google.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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