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COLUMNA
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Otra Cataluña

El Govern de Aragonès va a pactar su Presupuesto, un salvoconducto de legislatura. Y su contraparte, el socialismo de Illa, entronizará con ese acuerdo una nueva etapa

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el líder del PSC, Salvador Illa, el día 26 en un pleno del Parlament.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el líder del PSC, Salvador Illa, el día 26 en un pleno del Parlament.David Zorrakino (Europa Press)
Xavier Vidal-Folch

La Cataluña enquistada en sueños imposibles se encamina con algún brío a convertirse en otra Cataluña. O sea, en sí misma. Será esta semana, si ningún cisne negro lo impide. El Govern (solitario) de Pere Aragonés (ERC) logrará pactar su Presupuesto, un salvoconducto de legislatura. Y su contraparte, el socialismo (ganador en las elecciones) de Salvador Illa entronizará con ese acuerdo una nueva etapa, al reconquistar la política de largo plazo, basada en grandes proyectos en vez de retórica vacía y gestión de trámite.

A falta del peinado final de los flecos, ambos tipos han logrado ya algo destacable en este rincón de España (y en toda ella): el imperio de la cortesía, del manual de buena conducta, del respeto al rival, incluyendo firmeza, dureza y aspereza si convienen. Ambos han ganado trofeo en la prueba del liderazgo. Que, como saben todos menos los que no saben nada, empieza por asumir contrariedades, contrariar a los propios seguidores y, en fin, lo que vulgarmente se conoce como tragar sapos.

El primero en hacerlo fue Illa, que aguantó, estoico, tras su victoria en las urnas, el ninguneo del revoltijo indepe. Y que, tras ofrecer su madrugador apoyo institucionalista a negociar el Presupuesto, encajó un cerril desplante de Oriol Junqueras. Juró el líder aparente de Esquerra que nunca pactaría con los sociatas, porque habían aplaudido encarcelarle (¿?), y al cabo ha perjurado, pecador católico, implorándoles limosna.

Pero también Aragonés ha doblado tamaño en liderazgo, aunque algún frivolón le achaque falta de talla física, aún hay mucho necio. Imponerse a sus flamígeras bases, tragarse su propia y reiterada negativa a aceptar cualquiera de las condiciones extrapresupuestarias de Illa es mucho peaje. Claro que con ello persigue su interés. Pero también muestra mérito.

La otra Cataluña en ciernes pasa por abandonar la política del no es no, la oposición sistemática a lo nuevo, el recelo ante las ofertas de España, la maduración del ideologismo excursionista Heidi hostil a Barcelona, a los grandes eventos y a las necesarias infraestructuras, porque consumen, ay, cemento.

La novedad consolidada es la aprobación de una gran ronda rápida Sabadell-Terrasa como parte de la orbital de la gran Barcelona metropolitana: ha habido que vencer la condena del nacionalismo a la buena comunicación entre ciudades obreras; también ocurrió durante decenios con el acceso del metro al principal núcleo fabril de la península, la Zona Franca de Barcelona. Y luego viene el aeropuerto, que quisieron jibarizar. Y más cosas. Muchas más. Esto no hace más que empezar.

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