_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Latido

Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, y quiero que sepa que el camino que he recorrido hasta llegar aquí no le concierne

Derecho al aborto
Manifestación a favor del derecho al aborto, en septiembre de 2019, en Madrid.David Fernández (EFE)
Lara Moreno

Es 2023, ya nos han sorprendido las profundas imágenes de los anillos de Neptuno, ya el Perserverance ha explorado la barriga marciana del cráter Jezero, y yo estoy escribiendo un texto acerca de la posibilidad de que un médico esté obligado a preguntarle a una mujer, cuando esta acude a ejercer su derecho al aborto, si quiere escuchar el latido fetal. O si quiere ver una ecografía en cuatro dimensiones, por si algún dedo del pie, por si la forma del cráneo le recuerda alguna cosa que hubiera olvidado. También, cómo no, si necesita atención psicológica. No vaya a ser que esté enferma, enajenada, despojada de autonomía. Por si acaso.

Buenos días, doctor. Quiero ejercer mi derecho al aborto, mi derecho al aborto libre y seguro, amparado por la sanidad pública, como dicta la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, con su tercera reforma a punto de ser aprobada en el Senado, si antes no cae un meteorito o si no brama el Señor a Moisés desde la cima de la montaña. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, el mismo que ya en 1936 Federica Montseny intentó dibujar, aquel que no podían ni imaginar las 20.000 mujeres españolas que a principios de los años ochenta viajaron al Reino Unido, mucho menos las que sufrieron hemorragias, perforaciones del útero y desgarros, mucho menos, doctor, las 3.000 mujeres muertas, por ejemplo en 1974, a causa de abortos efectuados sin ninguna medida de seguridad. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, como las 11 de Basauri, como las 3.000 mujeres que gritaron aquel 26 de octubre de 1979 fuera de los juzgados. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, aquí en Palencia, en Zamora, en Segovia, en Cáceres o en Melilla, aquí, en este hospital público, doctor, sin tener que desplazarme como otras 6.000 mujeres cada año, cientos de kilómetros lejos de mi casa, hasta una clínica concertada cuya puerta, doctor, con suerte, ha sido limpiada de gentes con pancartas provida que braman, como debía de bramar el Señor a Moisés desde lo alto de la montaña.

Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, y quiero que sepa que el camino que he recorrido hasta llegar aquí, hasta estar sentada enfrente de usted diciéndole que vengo a ejercer mi derecho al aborto, no le concierne. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, porque me ha violado un desconocido, o mi marido, o mi novio, o un amigo, y usted no lo sabe, doctor, y yo no tengo por qué decírselo. Quiero ejercer mi derecho al aborto porque tengo dos hijos y no llego a fin de mes, doctor, pero eso a usted no le importa. Quiero ejercer mi derecho al aborto porque no quiero ser madre, doctor. No quiero seguir adelante con este embarazo, doctor. No quiero ahora, no quiero mañana, a lo mejor no quiero nunca. A usted eso no le incumbe. Doctor, quiero ejercer mi derecho al aborto y no tengo que darle explicaciones sobre una decisión que he tomado como mujer libre.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Disculpe, doctor, no le he entendido bien. ¿Qué dice? ¿De qué latido habla, doctor? ¿Del latido de mi corazón, doctor, o del suyo? Me refiero al suyo propio, doctor, al suyo de usted.

Es 2023, el año en que acariciaremos los océanos ocultos de las lunas Ganimedes, Europa y Calisto. Quién sabe si bramará el Señor a Moisés desde lo alto de la montaña, una vez más, si le dirá al pueblo que purifique sus vestidos. Que los dejen limpios, puestos a secar sobre la muralla de las conciencias. Las palabras que he escrito ahí arriba no son una broma. No me atrevo a mofarme del futuro en un país negro donde el diciembre pasado murieron asesinadas 12 mujeres y enero ha arrancado con otros cinco feminicidios mientras hay vicepresidentes autonómicos que niegan la violencia de género. Ese es el latido que debe importarnos. Ese es el que debemos escuchar. El latido macabro que promete encerrarnos a todas, otra vez, muy al fondo de la cueva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_