El giro duro de Lagarde
El aumento hasta el 2,5% de los tipos de interés del BCE y el anuncio de nuevas subidas ensombrece la recuperación económica
La subida de medio punto en los tipos de interés del BCE, hasta el 2,5%, no es extrema, y en realidad había sido ya descontada por los mercados como algo inevitable, incluso prudente. Lo sorprendente, y no precisamente para bien, ha sido el anuncio de que le seguirían alzas continuadas del mismo tenor. Tampoco es tranquilizadora la retórica justificativa de ese endurecimiento radical —propia de los halcones monetarios—, con que su presidenta explicó el jueves la presentación de las alzas decididas. Christine Lagarde anticipó que los tipos aumentarán “significativamente” y a “un ritmo sostenido”, en principio, a razón de medio punto adicional en las dos próximas reuniones del Consejo de Gobierno (enero y febrero), para situarse en torno a un 3,5%. Insistió en su intención de “mantener” una política monetaria “muy dura”, y añadió que las subidas en el futuro inmediato no serán aisladas, sino que habrá “muchas”.
Lo inquietante de ese anticipo es que perjudicará, sin duda ninguna, la renqueante recuperación económica, que es todavía débil. En el escenario que la institución de Fráncfort considera probable, la economía de la eurozona se desacelerará de forma significativa en 2023 respecto a 2022. El PIB bajará del crecimiento del 3,4% previsto para este año a solo el 0,5%. Y como motivo de preocupación adicional, en sus previsiones está una “recesión técnica”, es decir, el descenso del PIB en dos trimestres consecutivos.
La mejor receta para convertir esa recesión suave en una más profunda y duradera, de perfiles casi depresivos, sería precisamente una alocada carrera de agravación de las tasas de interés. Si llegan a situarse en lo sugerido, acabarían traduciéndose en un euríbor —el tipo referencial en las transacciones bancarias— cercano al 5%, el peor nivel desde 2008, y que tanto contribuyó al desastre financiero, económico, social y de empleo de la Gran Recesión.
Lo peor es que no es seguro que el peaje recesivo facilite transitar por una vía menos inflacionista. Hasta ahora, el BCE reconocía que los aumentos de tipos por sí solos no habían redundado en una rebaja general de precios. Su encarecimiento se debía sobre todo a factores sobre los que el efecto de la política monetaria resulta muy relativo: el alza de la energía (por la guerra desatada por Putin en Ucrania) y el consiguiente aumento de los precios de la alimentación.
El giro restrictivo de Lagarde se acompaña de excusas contradictorias con su discurso anterior, en el que deslindaba el ciclo europeo del norteamericano y consideraba aquel más favorable. Ahora asegura que le queda “más camino” por recorrer al BCE que a la Reserva Federal, justo cuando esta afloja el acelerador. Antes aseguraba que solo endurecería los tipos tras analizar nuevos datos reales (no proyecciones), pero hoy minusvalora la reducción de los precios registrada en noviembre. El daño de esta deriva se presenta como cierto, pero sus ventajas son solo hipotéticas.
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