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Columna
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Darwin y la ingeniería legal del Gobierno

Nada es ilegal en la reforma del Código Penal, pero huele mal. Huele a intereses particulares al margen del bien público

El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, se reúne con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en La Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, se reúne con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en La Moncloa.EFE
Berna González Harbour

Se habló mucho de ingeniería financiera en la anterior recesión, cuando los ciudadanos de pie nos quedamos secos y desarmados ante todo lo que había aprendido a hacer la banca de inversión y todos los seres capaces de hacer dinero con pirámides de lucro más o menos legales que acabaron en un timo generalizado: tras lograr cambiar las legislaciones de EE UU y otros países, habían ganado tanto dinero que este ni siquiera existía. Lehman Brothers estalló, algún ejemplar que se creía espabilado como Bernie Madoff acabó en prisión, pero en general fuimos nosotros, los que no nos enteramos de gran cosa, y sobre todo nuestros hijos los que pagaron la factura: empleos basura, sueldos precarios, hipotecas impagadas, desahucios, desigualdad y la voladura de un sistema de certezas que ha seguido hasta nuestros días. Una generación de jóvenes sin grandes expectativas.

Hoy contemplamos una especie de ingeniería legal para cambiar el Código Penal. Por el mismo precio y en la misma jugada, el Gobierno intenta contentar a sus socios independentistas (derogando el delito de sedición y debilitando el de malversación) y forzar la renovación del Tribunal Constitucional (tocando las normas del Poder Judicial). El resultado tendrá varias capas: en lo político, el Gobierno respira; en lo jurídico, cierra los ojos y se tapa los oídos antes del estrépito que cause una rebaja de penas que puede caer a políticos corruptos como el Gordo de Navidad; y en lo democrático, se enfanga. Tocar estos asuntos mediante proposición de ley, evitando los informes preceptivos que requerirían otras vías, cercena la calidad de lo que se está haciendo. Nada es ilegal, pero huele mal. Huele a intereses particulares al margen del bien público.

La RAE define la ingeniería como el uso de técnicas para aprovechar los recursos naturales, contiene también la ingeniería financiera, que incluye la manipulación de la contabilidad, y la ingeniería genética, que añade la transferencia de ADN de unos organismos a otros para crear nuevas especies. Cualquiera de las definiciones puede encajar perfectamente con una nueva ingeniería, la legislativa, para adecuar el marco legal a la causa particular deseada.

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Por ejemplo. Ingeniería legal: técnica para retocar las leyes existentes no a partir de un debate jurídico sereno, sino de la consecución inmediata de un objetivo. La nueva especie que genere esa mezcla de ADN si reduce penas a corruptos se la dejaremos a Darwin. @bernagharbour


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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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