Otra vuelta a la nueva Selectividad

El Gobierno ha recapacitado ante el revuelo causado por la propuesta de reforma de la Selectividad y retrasará un año (hasta 2028) su puesta en marcha. La decisión saldrá previsiblemente adelante en la reunión sectorial de educación de la próxima semana porque cuenta con el apoyo tanto del Gobierno como de 15 de las 17 comunidades autónomas. La modificación de la Selectividad es un punto imprescindible de la reforma educativa (la Lomloe, que entró en vigor en 2021). El nuevo enfoque de la enseñanza comporta el paso de un modelo tradicional, basado en exceso en los contenidos y la memoria, a otro de aprendizaje por competencias, en línea con los países más avanzados. En ese modelo los alumnos aprenden a aplicar los conocimientos y a relacionarlos entre sí a la vez que adquieren habilidades para desenvolverse en el mundo real.

El desarrollo de esta transformación se ha retrasado por la falta de programas masivos de formación del profesorado, un calendario precipitado, en particular en los decretos curriculares, y el escaso rodaje entre docentes y estudiantes de los exámenes competenciales. El aplazamiento responde, sobre todo, a este problema, pero llega cuando la prueba ha ido sumando las críticas de instituciones como la RAE o la Red Española de Filosofía, junto a otras reticencias autonómicas.

Los reparos, a veces graves, se han centrado en el nuevo ejercicio de madurez, diseñado en línea con pruebas internacionales como Pisa. A partir de textos o infografías, la prueba formula preguntas tipo test, otras a completar por el examinando y tres de desarrollo con un máximo (muy escaso) de 150 palabras cada una. Sin olvidar las tensiones entre autoridades educativas y responsables de disciplinas académicas, estos reproches deben tenerse en cuenta para que la prueba no rebaje ni el volumen de conocimiento ni el elevado nivel de exigencia esperable.

El aplazamiento resulta sensato. Permitirá asentar la reforma, perfeccionar la capacitación docente sobre las novedades de la Lomloe y encontrar fórmulas mejores para evaluar la madurez académica de los estudiantes. El gran desafío de la educación sigue siendo reforzar las capacidades de los alumnos para que puedan sacar lo mejor de sí en un mundo en constante cambio. La ausencia ya anunciada del PP de las reuniones con Educación sobre la Selectividad y su empecinamiento en una prueba nacional única son una mala noticia. El más amplio acuerdo resulta indispensable en lo que debe ser una cuestión de Estado clave, en un país en el que la excesiva politización ha afectado a cada reforma educativa y que lleva ocho leyes sectoriales aprobadas desde 1980.