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Columna
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No hay Trump que cien años dure

El expresidente ha perdido el plebiscito en el que se habían convertido estas elecciones y Biden lo ha ganado

Donald Trump, en enero de 2021 en uno de sus últimos discursos como presidente.
Donald Trump, en enero de 2021 en uno de sus últimos discursos como presidente.CARLOS BARRIA (REUTERS)
Lluís Bassets

Gracias a Trump, los demócratas respiran. La segunda vuelta de la elección de un senador en Georgia, un Estado emergente en el mapa electoral, ha remachado la derrota de los candidatos trumpistas en las elecciones de mitad de mandato. Joe Biden ha superado favorablemente esta cita tan peligrosa, normalmente de castigo para el partido presidencial.

La Casa Blanca contará con una mayoría más cómoda en el Senado, que le permitirá prescindir del voto de dos senadores demócratas disidentes y eliminará los palos republicanos en las ruedas demócratas a la hora de nombrar jueces. Aunque el partido de Trump se ha hecho con la Cámara de Representantes, ha sido por un margen de solo nueve escaños, lejos del promedio de 30 que suele obtener la oposición en este tipo de comicios. Las elecciones de gobernadores y de las Cámaras estatales también han sido buenas para los demócratas, que ahora controlan 17 Estados frente a los 22 controlados por los republicanos, tres más que antes del 8 de noviembre.

También pueden respirar aliviados los demócratas de todo el mundo que no tienen la oportunidad de depositar su voto en unas elecciones tan trascendentales para el conjunto del planeta. Trump tiene muy cuesta arriba su candidatura ya anunciada para 2024. Ha perdido el plebiscito en el que se habían convertido estas elecciones y el presidente Biden lo ha ganado. Arrastrado por sus peores instintos, se ha radicalizado en la campaña y todavía más ante esta elección de Georgia.

Por si faltaran pruebas para que algún tribunal resuelva su inhabilitación para cualquier cargo público, ha exigido la anulación de la Constitución, el texto fundacional que juró preservar, proteger y defender cuando tomó posesión en enero de 2017 y que de forma manifiesta ha vulnerado y piensa seguir vulnerando. Y no ha tenido empacho en invitar a cenar a conocidos antisemitas negacionistas del Holocausto y en expresar sus crecientes simpatías con el movimiento conspiracionista QAnon, que participó en el asalto al Congreso y está dedicado a difundir bulos racistas y atribuir prácticas satánicas y pedófilas a sus adversarios.

La inquietud se halla ahora en el campo del Partido Republicano. Aunque extrajo excelentes rendimientos de la presidencia de Trump con el nombramiento de jueces, especialmente del Supremo, donde consiguió una mayoría excepcional de seis a tres, ahora puede salir muy perjudicado de su empecinada candidatura para 2024. Contando con el lastre judicial que pesa sobre él y su familia, cualquier escenario con Trump es inconveniente. Será un pésimo candidato si se presenta y gana las primarias republicanas. Si pierde las primarias, endosará a los republicanos las acusaciones de fraude que ahora carga sobre los demócratas. Y si organiza una tercera candidatura fuera del partido, dividirá el voto republicano y favorecerá al demócrata. El alivio para todos está en manos del fiscal especial que le investiga y de los jueces que le puedan condenar.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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