Desahuciados
Llega el frío. Que nuestros corazones no se congelen, que la sangre no se nos hiele: no estamos a salvo de acabar en la calle
A nadie, ni rico ni pobre, le gusta que le echen de su casa, de su vivienda habitual. Y es que nadie que no sea dueño sin hipotecas de su vivienda está a salvo de un posible desalojo. Este país ha desahuciado a reyes (Isabel II, Alfonso XIII) y, más prosaicamente, en Cataluña, durante el segundo trimestre de este año de 2022, hubo 2.414 desahucios (10.816 en toda España).
Legalmente, el desahucio es un procedimiento especial y sumario por el cual el propietario puede recuperar la posesión de un inmueble de su propiedad, en casos, tasados y muy distintos entre sí, pero básicamente, por no poder pagar la hipoteca o la renta del alquiler, por haber finalizado su plazo de duración, o por haber ocupado una casa ajena. Cuando debatimos los lanzamientos de personas o familias de sus viviendas habituales siempre deberíamos distinguir las causas. En unas da pena el desahuciado; en otras, el propietario. El del inquilino que no paga la renta del alquiler porque no puede es el caso dickensiano de desahucio, el que tienen en mente políticos y gobiernos cuando, en tiempos de crisis como la que vivimos, establecen y luego prorrogan suspensiones de desahucios y de lanzamientos de personas, sobre todo, vulnerables, ahora hasta el 31 de diciembre próximo, pero cuenten ustedes con un nuevo aplazamiento, aunque un día u otro se habrán de acabar.
Diferente es la finalización del plazo pactado de duración del alquiler, aunque no es lo mismo establecer un plazo porque, a su final, el dueño quiera habitar la vivienda, que pactar sistemáticamente alquileres por el plazo mínimo legal, hoy de cinco o siete años, según que el arrendador sea una persona física o jurídica.
Y distinto es que quien habita en un piso lo haga en precario, porque su dueño se lo ha dejado, por ejemplo, mientras no lo necesite, algo no muy aconsejable hoy por hoy, al menos con extraños. Hasta entre familiares mismos, no es insólito el caso de que un hermano pretenda desalojar a otro hermano precarista porque el testamento del padre común fallecido dejó el piso al primero.
Casi finalmente están los casos de ocupaciones de inmuebles ajenos, en contra de la voluntad de sus dueños. Cataluña lidera las estadísticas españolas (4.369 denuncias entre enero y julio de 2022, sobre un total español de 10.220). Aquí el desalojo es o debería ser inevitable.
Montserrat Caballé (1933-2018), la más grande soprano de la historia de este país -siempre figura en las clasificaciones mundiales de las mejores de todos los tiempos-, también se vio, de niña, en la calle, desahuciada ella y toda su familia y viviendo una semana en la Plaza de Cataluña, aliviados por el vecino y ejemplar Café Zurich, uno de cuyos camareros les llevaba cada mañana desayuno caliente. Lo contaba en TeleMonegal, Montserrat Caballé, un programa memorable de Ferran Monegal). Llega el frío. Que nuestros corazones no se congelen, que la sangre no se nos hiele: no estamos a salvo de acabar en la calle.
Pablo Salvador Coderch es catedrático emérito de derecho civil de la Universitat Pompeu Fabra.
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