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OCDE
Tribuna
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Navegando aguas turbulentas: preservar la estabilidad macroeconómica en América Latina y apoyar a los más vulnerables

La región enfrenta el reto de recuperar espacio fiscal a la vez que se apoya a los grupos vulnerables

Una familia descansa en su casa en una favela de Río de Janeiro (Brasil).
Una familia descansa en su casa en una favela de Río de Janeiro (Brasil).Tariq Zaidi

El gran escritor colombiano Gabriel García Márquez tituló uno de sus cuentos más celebrados como La historia se repite. El título podría servir para enmarcar la actual crisis energética global, que tiene ingredientes comunes con la situación de los años setenta. Sin embargo, no sirve para describir la evolución reciente de las políticas macroeconómicas en América Latina. Tomando buena nota de crisis económicas pasadas, muchos de los bancos centrales de la región fueron los primeros en percibir que la inflación ni era tan transitoria como se creía, ni afectaba solamente a unos pocos bienes y servicios.

La reacción temprana de la política monetaria en la región ha sido clave para dar estabilidad a los tipos de cambio y deja a América Latina bien posicionada para afrontar el periodo de incrementos de tasa de interés en las economías avanzadas que recién comenzó. En una región golpeada por altos niveles de desigualdad y pobreza y con tensiones sociales recientes, los Gobiernos de la región también vieron con rapidez que era necesario tomar medidas fiscales para mitigar el impacto del incremento de precios energéticos en sus poblaciones. Esto no quiere decir que la región no enfrente una situación económica compleja y con muchos riesgos en el horizonte. Si bien las perspectivas en América Latina para 2022 mantienen un tono positivo, las perspectivas son menos optimistas para los próximos dos años. Se prevé que América Latina crezca ligeramente por encima de las economías avanzadas, lo que será insuficiente para acelerar un proceso de convergencia económica que ya era lento antes de la pandemia. En este complejo e incierto entorno macroeconómico global, preservar la estabilidad macroeconómica y, al mismo tiempo, continuar brindando apoyo a los más vulnerables es clave, no solo desde un punto de vista macroeconómico sino también de equidad, ya que el fuerte aumento de los precios de los productos básicos afecta en mayor medida a los hogares de bajos ingresos.

Tras los importantes apoyos fiscales que muchos países pusieron en marcha para afrontar la crisis del coronavirus, la región enfrenta el reto de recuperar espacio fiscal a la vez que se apoya a los grupos vulnerables, especialmente mientras persiste la alta inflación y el crecimiento se debilita. Este espacio permitiría atender necesidades de gasto acuciantes en educación y protección social, clave para impulsar el crecimiento a largo plazo y reducir los altos niveles de desigualdad y pobreza. Existe espacio en todos los países para mejorar la eficiencia del gasto público. Eso incluye también orientar las ayudas sociales hacia los más vulnerables. Un ejemplo son las medidas para mitigar el impacto de la subida de los precios de la energía. Estas medidas son necesarias y están funcionando, pero por el momento benefician por igual a todos y podrían estar más focalizadas hacia los hogares vulnerables. Hay también oportunidades en muchos países para incrementar los ingresos tributarios, reduciendo las exenciones tributarias y los tratamientos preferenciales, luchando contra la evasión fiscal y aumentando la progresividad de los impuestos, sobre todo los impuestos a la renta.

Con altos niveles de inflación y crecientes costos de vida, fortalecer la competencia en los mercados de bienes y servicios, un reto pendiente en la mayoría de los países de la región, cobra particular relevancia, ya que facilitaría el acceso de empresas a insumos a menores costos y de hogares a bienes y servicios a precios más bajos. Simplificar regulaciones para facilitar la creación y entrada de empresas y la reducción de barreras comerciales, particularmente en productos básicos, facilitaría mercados con un mayor grado de competencia. Sin aumentar el gasto público, eso permitiría bajar precios y costos, generando beneficios particularmente pronunciados para hogares en deciles de ingresos más bajos.

En un entorno macroeconómico tan complejo, existe el riesgo de que otras áreas clave queden de alguna manera relegadas. Esto incluye los esfuerzos para impulsar la productividad y reducir las desigualdades, dos retos de larga data para la región. Impulsar la productividad y reducir las desigualdades requerirían una agenda de reformas integral, pero hay un área de particular importancia: la educación.

Durante la pandemia la región tuvo sus escuelas cerradas durante mucho tiempo. Por ejemplo, en Chile, México o Colombia las escuelas estuvieron cerradas más de 70 semanas durante la pandemia, el doble de tiempo que en el promedio de los países de la OCDE. La escasa conectividad a Internet también dificultó el aprendizaje a distancia, sobre todo en los hogares más vulnerables. Es probable que las grandes desigualdades educativas preexistentes se hayan ampliado aún más, con un importante impacto perjudicial sobre la productividad y el crecimiento a medio plazo. Asignar más recursos a las primeras etapas de la educación (preescolar y primaria) puede contribuir a mitigar los efectos de la pandemia, hacer más equitativos los sistemas educativos y reforzar las perspectivas de crecimiento a medio plazo.

Hay razones para ser optimistas acerca de capacidad de la región para sortear el difícil panorama por el que actualmente atraviesa la economía mundial. Preservar la estabilidad macroeconómica, continuar brindando apoyo a los más vulnerables y redoblar esfuerzos en educación ayudaría a que la región haga realidad su gran potencial y alcance mayores niveles de actividad económica y bienestar.

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