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El precio del gas rebota con fuerza por la llegada del frío y los problemas técnicos en EE UU y Noruega

El mercado holandés TTF, la referencia europea, se dispara más de un 20% desde mínimos de casi medio año

Ignacio Fariza
Un barco metanero catarí, en una imagen de archivo.
Un barco metanero catarí, en una imagen de archivo.AP

La calma chicha en la que se habían instalado los mercados gasistas europeos toca a su fin. La principal referencia de precios en el Viejo Continente, el índice holandés TTF, se dispara más un 20% en solo dos jornadas (la del lunes y la del martes) por la bajada de temperaturas que auguran los mapas del tiempo para las próximas semanas —al fin se acerca el invierno— y los problemas técnicos en Noruega y Estados Unidos, dos suministradores clave. La buena noticia es que los precios partían de su nivel más bajo del último medio año, muy lejos de los máximos marcados en verano.

Las temperaturas anormalmente altas de las últimas semanas empiezan, poco a poco, a quedar atrás. Y con ellas se marcha también un periodo de consumo de gas inusualmente bajo, que ha permitido no solo conservar las reservas para el invierno prácticamente intactas, sino incluso seguir llenando los depósitos en unas fechas en las que las retiradas suelen ser la nota predominante. Ahora, en cambio, empezará a picar a la baja por el paulatino encendido de las calefacciones. Esa bajada de los mercurios se verá compensada parcialmente por otro factor meteorológico —el aumento del viento, que incrementará la generación de energía eólica y reducirá las necesidades de gas para producir electricidad—, pero no será suficiente para contrarrestar por completo la tendencia al alza.

Hay otros dos factores empujando al alza los precios, ambos de índole técnica. El primero es el retraso en la vuelta a la actividad plena de la planta Freeport (Texas), que sufrió una explosión en junio pasado y que es clave para la llegada de gas natural licuado (GNL, el que llega por barco) a Europa. El segundo, los problemas técnicos en otras dos infraestructuras igualmente esenciales en Noruega: el yacimiento de Asgard está fuera de juego —sin fecha prevista de reapertura— tras el incendio del fin de semana pasado y el de Visund sigue sin operar a pleno rendimiento por un problema de suministro eléctrico.

La importancia de este tipo de fallos, habituales, es amplificada por el cerrojazo total de los principales gasoductos que conectan a la UE con Rusia: este invierno es el primero de muchos en el que los Veintisiete caminan sin la muleta de Moscú. En esa tesitura, tanto EE UU como Noruega se han convertido en dos proveedores esenciales de energía para Europa en su conjunto.

“La subida puede parecer excesiva, pero va completamente en línea con el actual nivel de volatilidad en el mercado”, exponen los analistas de la firma de análisis sectorial EnergyScan en declaraciones recogidas por Bloomberg. “Lo que nos preocuparía es que los precios subiesen por encima de la media [del TTF] en el último año, 133 euros por megavatio hora, porque significaría que la tendencia alcista está claramente de vuelta”. Hoy está en el entorno de los 120.

En las últimas semanas, las altas temperaturas y la alta disponibilidad de GNL —incluso con barcos teniendo que hacer espera en alta mar ante el llenazo total de los depósitos— habían mantenido a raya los precios. La marejada de fondo en los mercados energéticos, sin embargo, continúa. Y con ella, los riesgos sobre una inflación que solo ahora empieza a mostrar signos de distensión.

“El nerviosismo prevalece en los mercados energéticos europeos, pero gracias a la amplia disponibilidad de suministros para Asia [el principal competidor del Viejo Continente por los buques de GNL], Europa debería tener suficientes importaciones de gas para compensar todo lo que venía de Rusia”, apunta Norbert Rücker, economista jefe del banco de inversión Julius Baer, en una nota para clientes. “Seguimos creyendo que los mercados están demasiado preocupados por la situación europea de suministro a largo plazo”.

Alemania ya tiene su primera regasificadora

La mayor economía europea tiene un primer —aunque mínimo— motivo de celebración en meses, con la finalización de la primera regasificadora flotante en Wilhelmshaven (noroeste). El hito, conseguido este martes, permitirá a Alemania comprar gas desde cualquier rincón del mundo por primera vez en su historia: a diferencia del resto de grandes economías del bloque, como Francia, España o Italia, el gigante germano llegó a la crisis energética sin una sola de estas instalaciones, a las que la escasez de gas ruso han convertido en comodines imprescindibles para capear las turbulencias.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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