Dos cuentos juveniles
Según la derecha, el pecado capital es la pereza juvenil y, según la izquierda, la avaricia empresarial. Es decir, ambas ideologías pecan de soberbia
No sé qué es peor para los jóvenes de este país: su situación objetiva o la politización de la misma. Se independizan a los 30 años, una década más tarde que en los países nórdicos, sufren el doble de paro que la media europea, y cobran sueldos míseros. Pero, en lugar de discutir las políticas que solucionen estos problemas, políticos e intelectuales nos peleamos por las narrativas sobre sus causas.
El cuento de la derecha es el de la generación mimada. Azuzado por viejos caballeros (como Arturo Pérez-Reverte) o jóvenes damas (como Isabel Díaz-Ayuso), la idea es que las chicas y chicos de hoy lo han tenido todo y les falta cultura del esfuerzo. El dardo de sus críticas son las sucesivas leyes educativas del PSOE ―que, curiosamente, universalizó la educación y nos ofreció a millones unas oportunidades que no tuvieron nuestros padres, pero eso es un detalle menor en comparación con las rebajas de las exigencias académicas que los flojos socialistas han promocionado y que estarían dañando a los jóvenes, a pesar de la opinión contraria de los expertos―.
El cuento de la izquierda es el de la meritocracia. Los jóvenes padecen los estragos de la competitividad extrema del capitalismo.
Ambos mitos se sustentan en verdades. Los jóvenes de hoy están sobreprotegidos. A finales del siglo pasado, cuando los crímenes contra los menores de edad eran más elevados, éstos iban solos al colegio siendo críos y ahora los padres los acompañan hasta que entran en la universidad. Y, ahí, intentan que no se vean expuestos a situaciones o ideas potencialmente ofensivas. Casi todos los padres, en lugar de preparar a los menores para el camino, preparamos el camino para los menores.
Y la izquierda tiene razón en que la epidemia de salud mental que asola a los jóvenes de todo el mundo está relacionada con el aumento de la rivalidad laboral y social. Siempre hemos vivido en la jungla, luchando por comer, pero ahora los víveres escasean: cada vez más jóvenes, y más preparados, pugnan por acceder a unos pocos trabajos de prestigio. A menudo, su currículo triplica el nuestro a su edad.
Estas evidencias deberían servir para intercambiar propuestas prácticas, pero se usan para apuntalar relatos moralistas. Según la derecha, el pecado capital es la pereza juvenil y, según la izquierda, la avaricia empresarial. Es decir, ambas ideologías pecan de soberbia. @VictorLapuente
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