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guerra en ucrania
Columna
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Recordatorio: el crimen es la guerra

Todos los crímenes deben ser castigados. Las víctimas, indemnizadas. El país, reconstruido. No hay negociación que pueda escapar a estas exigencias

War crimes in Ukraine
Recogida de cadáveres en las calles de Bucha, Ucrania, el pasado abril.Rodrigo Abd (AP)
Lluís Bassets

Han pasado tantos meses, tanta gente ha muerto o ha quedado mutilada... Un entero país está sometido a una lenta destrucción, hundida su economía, arruinadas sus infraestructuras, rotos los suministros de energía, dañados su comercio, sus escuelas y hospitales... Es un crimen contra la humanidad. Lo es como suma de los innumerables crímenes, las torturas y violaciones, el pillaje y el vandalismo, las ejecuciones sumarias, los bombardeos de viviendas, autobuses y estaciones llenas de civiles... Pero lo es entera como guerra de agresión e intento de exterminio de una nación.

Una comisión de Naciones Unidas encargada de investigar estos crímenes ha publicado ya su primer informe. Abarca solo los dos primeros meses de la guerra y relata las numerosas violaciones de las convenciones de derechos humanos, códigos de guerra y legalidad humanitaria internacional perpetradas en las regiones de Kiev, Chernihiv, Járkov y Sumi. No hay dudas entre los investigadores sobre las gravísimas responsabilidades rusas, aunque señalan también dos excepcionales situaciones en las que pudieron ser las fuerzas ucranias las que cometieron crímenes de guerra.

No debe extrañar a nadie. La guerra es sucia por naturaleza. Cuando avanza, todo lo ensucia. A veces incluso la noble causa de las víctimas que se defienden. Pocos creen las denuncias de crímenes de guerra que Moscú atribuye a quienes los sufren. Pero si existen, tal como asegura la comisión, serán casos singulares frente al enorme crimen que es la guerra de agresión de Putin, perversa madre de un sinfín de crímenes cometidos por quienes están a sus órdenes. El Centro para las Libertades Civiles, una ONG basada en Kiev y galardonada con el Premio Nobel de la Paz de este año, ha documentado ya más de 21.000 crímenes perpetrados por las tropas rusas.

La guerra es criminal e injusta por esencia. No hay guerras justas. Si acaso, la justísima y legítima guerra defensiva frente a la guerra de agresión. Es la única reconocida por Naciones Unidas, aunque luego no lo haga su Consejo de Seguridad, el organismo con capacidad ejecutiva, limitado por el derecho de veto que tiene Rusia, la potencia agresora, y tenga que conformarse con la condena declarativa de Rusia por su Asamblea General. Está en la Carta de Naciones Unidas, texto fundacional legalmente vinculante, firmado por quien ahora lo vulnera.

El dolor y la devastación claman en favor del alto el fuego y de la paz, pero no a cualquier precio. Ucrania tiene derecho a vivir en libertad y seguridad, y los europeos a ayudarla a defenderse para conseguirlo. Todos los crímenes deben ser castigados. Las víctimas, indemnizadas. El país, reconstruido. No hay negociación que pueda escapar a estas exigencias. Hay que recordarlo para el momento bendito, y ojalá llegue pronto, en que callen las armas y se ocupen del conflicto la diplomacia y la política.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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