Ucrania, el rebaño y la muerte
Participamos en la distracción y la propaganda: discutimos sobre la amenaza nuclear, cuyo objetivo es atemorizar a la ciudadanía europea, mientras se intensifican los ataques rusos a la población
Rusia secuestra a niños ucranios y los analistas criticamos a Josep Borrell por sus metáforas, que ya decía Milan Kundera que son muy peligrosas. Da mucho de sí un político que tiene algo que decir: no estamos acostumbrados. Borrell declaró que no podemos ser herbívoros en un mundo de carnívoros, que hay un desacople entre nuestras necesidades de energía y nuestros requerimientos de seguridad, que Europa es un jardín en un mundo de junglas. Emiratos Árabes Unidos ha protestado por lo de la selva. Para este país, que suele ocupar las últimas posiciones en las clasificaciones sobre respeto los derechos humanos, la imagen es discriminatoria. También lo dicen comentaristas anglosajones: en nombre de la diversidad, tal como la entienden ellos, debemos escoger unos símiles u otros.
La tiranía de la mente literal y la epidemia de estupidez estructural, como dice Jonathan Haidt, aprietan y a veces ahogan. Los españoles conocemos la incomprensión deliberada, y Borrell mejor que otros: sus palabras han sido a menudo distorsionadas por los independentistas, alumnos de la desinformación putinista. Algunos analistas, que han hecho matices inteligentes, están de acuerdo con él en lo esencial: “La Unión necesita aumentar su esfuerzo militar porque, si la voluntad de Vladímir Putin se impone en Ucrania, estarán en peligro esos límites y reglas que defiende, el fundamento de su propia existencia”, ha escrito Soledad Gallego-Díaz. En otros casos hay una ingenuidad voluntariosa: como si con poder blando y versiones de Imagine pudiéramos disuadir al tirano. Y en otros hay una herencia de la Guerra Fría: el régimen ruso no les gusta, y deploran la agresión a Ucrania, pero ¿acaso las democracias occidentales son perfectas? La guerra es mala, apuntan, como si Ucrania luchara por gusto.
Entretanto, participamos en la distracción y la propaganda: discutimos sobre la amenaza nuclear, cuyo objetivo es atemorizar a la ciudadanía europea y debilitar los apoyos a Ucrania, mientras se intensifican los ataques rusos a la población y las infraestructuras civiles. Algunos repiten los argumentos del Kremlin: en ciertos casos, cobrando; en otros, al modo de las mentes sutiles, que saben más que lo que cuenta la prensa tradicional, que explican el conflicto sin contar con los ucranios —ni con su deseo de ser libres, ni con la amenaza de la masacre, ni con su soberanía, ni con su agencia— y que, a base de situarse fuera del rebaño, se comportan como borregos siniestros. @gascondaniel
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