Italia, la potencia asmática de Europa
El país tranalpino amanece menos elegante y más fastidiado. El interregno de Draghi no logró rescatarla de las peores afecciones respiratorias que aquejan su economía
Mario Draghi ha sido un formidable primer ministro, casi a la altura de sí mismo. Recibió un país en bancarrota de imagen, en subasta política y en sempiterno declive económico. Lo ha dejado en una referencia de gestión excelente... presto para volver a las andadas.
Donde el estancamiento económico se hizo epidémico desde inicios de siglo, logró que el PIB creciera al ritmo del 3,4%, de lo más destacado entre los países del G-7. Donde su credibilidad europea rozaba el cero, gestionó el inicio de los fondos Next Generation con eficacia, cumpliendo el grueso de proyectos y reformas pactados con Bruselas. Donde la banca amenazaba quiebra y Alitalia residualizarse, aseguró su (espinosa) supervivencia. Devolvió a su país a la mesa camilla de los grandes. Empeñó en ello su gran prestigio personal.
Pero por debajo de esos milagros instantáneos, la república transalpina sigue siendo un enfermo de Europa. Aquejado por el asma, ese elegante aunque muy fastidioso tropiezo al respirar que te conduce a las montañas suizas si eres Thomas Mann o un preboste judío huido de las camisas pardas... o negras.
Italia amanece menos elegante y más fastidiada. El interregno de Draghi ni logró —ni podía lograr en tan breve plazo— rescatarla de las peores afecciones respiratorias que aquejan su economía. A saber, la asfixia de su extrema dependencia energética respecto de proveedores como Rusia, que le proporcionaba más del 43% del gas (ahora reducido al 18%, más del doble que España), cercana a la de Alemania; la asfixia de una deuda pública del 150% sobre el PIB, que es récord en Europa, esa debilidad que imanta a los especuladores financieros y desencadena primas de riesgo disparatadas, actualmente un diferencial ya cercano al 3% sobre el bono de la RFA, y el ahogo de la segunda banca menos solvente de la Unión, poco tecnificada y muy endogámica.
Se otean turbulencias que la política agravará. En lo geoestratégico, temblará (en el mejor caso) su compromiso contra la autocracia rusa y rugirán las simpatías iliberales; la tensión social se agravará, en torno al aborto y al plan de anular la renta básica, ese ingreso mínimo vital; en lo europeo se augura un pulso sobre la Next Generation, el arrastre de pies sobre el déficit, una pulsión nacionalista/proteccionista en favor de ayudas de Estado a las empresas locales. Por fortuna, es el respirador de los ingentes fondos de la UE lo que le permite respirar.
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