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Columna
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Capitalismo pornográfico

Lo único útil es intentar comprender las condiciones que posibilitan lo que debe definirse como un secuestro del capitalismo por quienes se forran gracias a él y, desde aquí, identificar soluciones políticas

Ignacio Sánchez Galán
Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola.
Jordi Amat

Iba punteando la lista de las mayores retribuciones del Ibex en el ejercicio de 2021 (las leo en el número de verano de Alternativas Económicas) cuando este aforismo de Gregorio Luri llegó para diagnosticar la hipocondría moral que sufre esta columna: “La capacidad para ver escándalos donde hay problemas es la peor contribución de los medios de comunicación a la política moderna”. Tocado, casi hundido.

Mi predisposición era fingir que me rasgaba las vestiduras para intentar escandalizar, obligando al lector a visionar algo parecido a un corto muy guarro de capitalismo pornográfico. Que si los 13,2 millones de José Ignacio Sánchez Galán o que si los 12,3 de Ana Patricia Botín (un 52% de aumento en relación con el año anterior en su caso). Clickbait a pelo. Naturalmente, colaría la frase del presidente Sánchez en su rueda de prensa en La Moncloa y sin corbata, cuando hizo balance del curso, se refirió a los nuevos impuestos a la banca y a las energéticas, y señaló. “He escuchado a algunos dirigentes de bancos, a la señora Botín, al señor Galán; en fin, creo que, si protestan, es que vamos en la buena dirección”. Claro que no diría que pecó de populismo, porque mola tanto ser progre, aunque apuntar así contra los poderosos sea un ejemplo de manual de simplificación de un problema para excitar las bajas pasiones del electorado.

Datos para escandalizarnos los hay por doquier, algunos los hemos conocido durante los últimos días. Datos como los de la Autoridad Bancaria Europea. Cada año realiza un informe sobre los banqueros mejor remunerados de la zona euro. Una de sus conclusiones es que, entre quienes tienen sueldos millonarios, los españoles fueron los mejor pagados en 2020. ¡Marca España! 18 cobraron entre tres y cuatro millones, 25 percibieron entre dos y tres y 74 cobraron entre uno y dos, según el desglose de Cinco Días. Pero el impuesto del Gobierno irá contra el crédito.

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Pocos días después, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, presentaba el tercer informe del Grupo de Respuesta a la Crisis sobre el impacto global de la guerra en Ucrania. El tema es el precio de la energía y su mensaje fue contundente: si en el primer trimestre las energéticas tuvieron unas ganancias de 100.000 millones de dólares, en un contexto inflacionario y de crisis climática, debería ser un deber de los gobiernos gravar estas ganancias excesivas para revertir desigualdades e impulsar la transición energética. En ese trimestre, por ejemplo, Iberdrola obtuvo un beneficio de 1.058 millones (un 3% más que en el mismo período del año anterior). Pero a la hora de valorar el anunciado impuesto a energéticas, Sánchez Galán sostuvo que los beneficios extraordinarios los estaban ganando gasistas y petroleras, pero no las eléctricas (como la que le pagó 13 millones de euros).

Ante tanto capitalismo pornográfico, la reacción inmediata, más bien estéril, es escandalizarse. Pero lo único útil, como sugiere el aforismo de Luri, es intentar comprender las condiciones que posibilitan lo que debe definirse como un secuestro del capitalismo por parte de quienes se forran gracias a él y, a partir de aquí, identificar soluciones políticas. Hoy, progresismo es eso.

El artículo de Pere Rusiñol en Alternativas, por ejemplo, cita las palabras del coordinador de un informe que fiscaliza las memorias de las empresas del Ibex: “La avaricia desmesurada de los directivos ha llevado en ocasiones a la toma de decisiones claramente contrarias a los intereses de los accionistas”. Esa avaricia condiciona, debería condicionar más, la posición de inversores institucionales y, como puede cuantificarse, en las juntas de accionistas cada vez las tienen más presentes. Pero, al mismo tiempo, lo obligado es perder la ingenuidad a la hora de intentar comprender cuáles son los integrantes, los beneficios y los mecanismos legales de la Industria de la Defensa de la Riqueza. La expresión la usa Chuck Collins en Los acumuladores de riqueza. Es una radiografía óptima para descubrir cómo, entre empresas pantalla y una red de jurisdicciones, pueden esconderse millones y millones mientras solo contemplamos embobados los sueldos que nos dejan en pelotas.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.

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