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IZQUIERDA EN LATINOAMÉRICA
Tribuna
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Colombia: impulso a un progresismo en busca de rumbo

La izquierda latinoamericana sabe que alcanzar los gobiernos no significa necesariamente alcanzar el poder. Falta tiempo para saber si Petro, Boric y Castillo son el principio de una nueva hegemonía ideológica

Petro elecciones Colombia
Gustavo Petro y Francia Márquez celebraban su victoria en las presidenciales colombianas el 19 de junio.LUISA GONZALEZ (REUTERS)

En los últimos tiempos, algunos observadores y analistas vienen hablando de un segundo ciclo progresista latinoamericano. Y bajo esa perspectiva, la histórica victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia se suma de inmediato a la lista que reforzaría esta afirmación. Sin embargo, en buena parte de la tradición de izquierda se tiene muy presente la idea de que llegar al Gobierno no es necesariamente tener el poder, aunque esta sensata advertencia suele ser pasada por alto por algunos que se apresuran en anotar las victorias electorales cual goles en un partido de fútbol. Es cierto que una condición para la construcción de un ciclo político en la región pasa por las urnas, pero estas no son suficientes para hablar de un nuevo “ciclo”, no son precisamente el balón dentro de la portería.

Existe consenso en que la primera década del siglo XXI vio ponerse en marcha efectivamente un giro a la izquierda muy poderoso, no solo por la simultaneidad de las victorias electorales y la buena relación personal de líderes políticos como Lula Da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales o Néstor y Cristina Kirchner, sino por otros elementos que hoy parecen ausentes.

Existía un horizonte compartido, con una serie de ideas fuerza refundacionales, que procuró dar sentido a varias de las grandes decisiones. Esos años conocieron también aterrizajes concretos de iniciativas de integración regional que generaron cierta institucionalidad. Cabe señalar además que las victorias electorales de inicios de siglo y los primeros años de estos gobiernos vinieron acompañados por movilizaciones vigorosas que muchas veces conquistaron antes su hegemonía en las calles que en las urnas. Gobierno y hegemonía —en su sentido de “dirección intelectual y moral”— no son sinónimos, pero cuando se alinean se puede pensar en cambios de ciclo. El giro a la izquierda de los primeros años 2000 tuvo una agenda de políticas que consiguió recuperar la soberanía sobre los recursos naturales, darle centralidad al Estado, ampliar las condiciones de ciudadanía a los pueblos indígenas. Pero si entonces, más allá de sus diferencias, los diferentes gobiernos se podían pensar como parte de un mismo clima de época con diferentes declinaciones, hoy parece haber diferencias irreconciliables entre el país de Hugo Chávez y gobiernos como el de Gabriel Boric en Chile, y veremos qué pasa con el de Petro.

Ganar el Gobierno, pero no ganar el poder. Tener el Gobierno, pero no construir hegemonía. Esto les sucedió a las derechas que a partir de la victoria electoral de Mauricio Macri en 2015 llegaron al Gobierno —no siempre a través de las urnas— en gran parte de los países de la región. Iván Duque, Pedro Pablo Kuczynski, Lenín Moreno o el mencionado Macri tuvieron gobiernos de un solo mandato, a veces abreviado, muy impopulares y sin capacidad de lograr ser reelectos o acomodar un sucesor. Su falta de hegemonía contrastó con las experiencias neoliberales de los 90, capaces —más allá de la evaluación de esos proyectos— de transformar la política y la sociedad. Entre otros motivos, es por esto que nadie habla en la región de un “ciclo conservador” después de 2015; a su fracaso le ha seguido, en la mayoría de los países de la región, el retorno de proyectos que gobernaron los primeros años del siglo: como el Movimiento al Socialismo en Bolivia o el Frente de Todos en Argentina o la llegada al Gobierno de nuevas coaliciones progresistas como las que lidera Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú o Gustavo Petro en Colombia. Pero hoy vemos una suerte de progresismos de baja intensidad, con dificultades de dar sentido a sus gestiones.

Gustavo Petro ha ganado ya el Gobierno, la incógnita gira en torno a la hegemonía. Hay algunos hechos que pueden ir resolviendo la incógnita. Petro, a diferencia de Boric o Castillo, obtuvo una importante votación en primera vuelta (40% contra 26% y 18% respectivamente). Su coalición, el Pacto Histórico, amplió sus fronteras bastante tiempo antes de la elección y fue más allá de una candidatura de izquierda al uso. Colombia vive años de fuertes movilizaciones sociales (en esto sí hay parecido con Chile). Los rivales de Boric y Castillo, Kast y Fujimori, respectivamente, en la pelea por sus segundas vueltas tenían un programa totalmente opuesto al de sus rivales. Sin embargo, en el caso de Petro fue distinto. Rodolfo Hernández fue consciente de que el uribismo oficial era una ideología menguante y un lastre. Dos días después de la primera vuelta, al remarcar sus diferencias con Álvaro Uribe, incluyó muchas posiciones tan progresistas como Petro en relación al proceso de paz con la guerrilla del ELN, la diversidad sexual o la cuestión ambiental. Al hacer esto, Hernández también revelaba dónde estaban buena parte de las ideas con mayor capacidad de interpelación de las mayorías.

Habrá que ver qué pasa en Brasil. Un triunfo de Lula Da Silva no resolverá los problemas mencionados, pero, dado el peso de Brasil, podría impulsar una reconfiguración que reimpulse a los progresismos. Que la mayor parte de los países sudamericanos cuenten nuevamente con gobiernos progresistas muestra que las fuerzas que los impulsan mantienen un fuerte peso en las sociedades.

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