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columna
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Rufianadas sin pizca de gracia

Qué triste debe ser tener que gritar cada vez más para que te escuchen porque tus palabras suenas huecas

Debate del estado de la Nacion
Gabriel Rufián muestra tres cartuchos de bala en la tribuna del Congreso.Jaime Villanueva (EL PAÍS)
Najat El Hachmi

Hay que estar muy lejos de la violencia real, del activismo por los derechos humanos en una dictadura y del funcionamiento de un régimen sin libertades fundamentales para coger y banalizarlo todo como si fuera cualquier cosa. Qué triste debe ser tener que gritar cada vez más para que te escuchen porque tus palabras suenas huecas y esforzarse tanto para llamar la atención de una audiencia ya acostumbrada y aburrida de las performance sin arte del diputado Rufián. Hay que tener muy poco respeto por los muertos para usarlos del modo en que lo hizo el líder de ERC al mostrar los tres cartuchos en la tribuna del Congreso. En la casa de la palabra y la oratoria, donde mandamos a nuestros representantes a discutir de forma civilizada y, a ser posible, inteligente, las bufonadas sobran y resultan especialmente insultantes para quienes conocemos bien la tierra de donde María Dantas recogió los proyectiles. Pero todo vale para epaté, también el uso de las víctimas, un deporte que ya parece nacional.

ERC se erige a menudo como adalid de las políticas sociales, igualitarias y ha venido colgándose la medalla de formación antirracista. Su problema principal es la falta de coherencia: se puede proclamar que somos tierra de acogida y criticar la política migratoria sobre la que no tiene competencias mientras se es indiferente o incluso cómplice con las numerosas formas en las que el racismo estructural se ha ido asentando en Cataluña. Me creería más al grupo de ERC en Madrid si, ahora que está en el Govern, tuviera un plan para acabar con la segregación urbanística por procedencia, la enorme segregación escolar o el avance del fundamentalismo islamista entre los musulmanes catalanes, que no solo no encuentra resistencia alguna, sino que a veces incluso es invitado a formar parte de las instituciones. Han dispuesto para los inmigrantes y sus descendientes reservas indias en los barrios donde nos van encauzando y a pesar de lo que observan quienes trabajan al pie del cañón, no parece que este caldo de cultivo les preocupe lo más mínimo. Algo que, por otro lado, está en sintonía con el identitarismo que ERC defiende en tantos otros flancos, ya sea la cultura catalana o el feminismo. Todo aderezado con postmodernas estrategias de vaciado de significados.

Lo más decepcionante es esta instrumentalización burda e inmoral del sufrimiento de otros. Algo que en verdad es tremendamente racista.

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