_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Guillermo

Por miedo a la decepción, hace décadas que no me acercaba al personaje, pero ahora con ‘Guillermo el suertudo’, he vuelto a disfrutar con mis viejos amigos y a ser un proscrito más

'Guillermo, el proscrito', de Richmal Crompton.
'Guillermo, el proscrito', de Richmal Crompton.
Fernando Savater

El humor es el ingrediente más inestable de la literatura. Para funcionar depende siempre de lo circunstancial, hábitos, modas, juegos de palabras, personajes públicos (es decir, efímeros), sucesos, creencias... El paso del tiempo (aunque sea poco) y los desplazamientos geográficos (basta un simple cambio de vecindario) apagan su chisporroteo. Para que nos riamos o sonriamos siquiera con Aristófanes, Plauto o el Quijote hacen falta juegos malabares de los traductores y abundantes notas a pie de página; para que nos conmuevan hasta el terror o las lágrimas Edipo y Macbeth sólo hace falta que los expongamos pulcramente. Siendo así, ¿cómo puede ser que vuelvan a divertirme las peripecias de Guillermo Brown que leí por primera vez hace 65 años en una época que poco tiene que ver con esta, ambientadas en una Inglaterra recién acabada la segunda gran guerra, donde no existía la televisión y aún existía la familia, con niños audazmente traviesos e inocentes y pequeñas moradas unifamiliares que conservaban cobertizo y perro? Por miedo a la decepción, hace décadas que no me acercaba a Guillermo y los Proscritos pero ahora, aprovechando la aparición de Guillermo el suertudo (Espuela de Plata), un inédito con las insustituibles ilustraciones de Thomas Henry, he vuelto a disfrutar con mis viejos amigos y a ser un proscrito más (eso nunca he dejado de serlo). Las correrías de Guillermo no son pedagógicas ni edificantes pero sí profundamente educativas: refuerzan en sus lectores (más si son jóvenes... como yo) el apetito inmoderado de vivir, la única virtud realmente imprescindible para un ser moral. Richmal Crompton, autora del personaje, cultivó con maestría los dos géneros ingleses por excelencia: el humor y el terror. Sus cuentos de miedo son buenos, como tantos; pero por mucho tiempo que pase no olvidaremos a Guillermo Brown.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_