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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El clima incendiado

La devastación de la sierra de la Culebra exige la adaptación de la lucha antiincendios a una nueva realidad

Monte abrasado de La Culebra (Zamora)., el lunes.
Monte abrasado de La Culebra (Zamora)., el lunes.Luis Sevillano
El País

El incendio de la sierra de la Culebra en Zamora, un paraje de alto valor ecológico y turístico para la zona, es un estremecedor aviso del futuro al que se asoma nuestro país. Se inició en unas condiciones de calor extremas no vistas a mediados de junio. Se estima que han ardido más de 30.000 hectáreas en una semana, algo así como toda el área metropolitana de Sevilla. Si se confirma la cifra, sería el incendio más grande registrado en España. Más de 1.250 personas han sido desalojadas al paso de las llamas. En los mismos días, se ha luchado contra el fuego en Lleida, Tarragona, Barcelona, Huesca, la sierra de Leyre, en Navarra, Teruel, Huelva, Granada, y otro incendio de casi 5.000 hectáreas en Málaga. Cataluña, por ejemplo, ha atendido 250 incendios solo en la última semana. Han ardido 4.000 hectáreas, pero la cantidad de focos simultáneos da una idea del potencial para que la tragedia de Zamora se repita en cualquier otro lugar, en cualquier momento. La Agencia Estatal de Meteorología ha advertido de nuevas olas de calor que van a replicar las condiciones extremas de la tercera semana de junio. La media de la última década se sitúa en 1.800 incendios y 26.000 hectáreas quemadas cada año. En este 2022, sin haber empezado el verano, la superficie quemada ya supera esa media. España es un país en alerta climática y tiene que comportarse como tal.

Por eso hay respuestas políticas que son inaceptables. Cualquier incendio puede convertirse en un infierno y esa nueva realidad exige un mayor esfuerzo de adaptación. Según el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, el fuego “fue culpa de la naturaleza”. Si el incendio lo causó un rayo o no es irrelevante. El problema es dónde cae el rayo: en un bosque sin exceso de madera muerta en el suelo, o en una pira. El cambio climático es una realidad. Los veranos de cinco meses y las sequías continuas hacen que bosques que hace un par de décadas podían resistir un incendio hoy sean un polvorín. Y los científicos ya han advertido: irá a peor si no se redoblan los esfuerzos de mitigación de las causas del cambio climático.

Desatendida la prevención, no se puede escatimar en medios. Es una mala señal que el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, considere que mantener el operativo antiincendios todo el año es “absurdo y un despilfarro”. Es responsabilidad del Gobierno regional tener preparados todos los recursos disponibles ante una situación potencialmente explosiva, y pedir ayuda si faltan. Sindicatos, bomberos y vecinos han cuestionado la preparación y culpan a la Junta de no haber adelantado el plan de riesgo alto de incendios, previsto para el 1 de julio, a pesar de avisos meteorológicos que predijeron las condiciones extremas que se vivieron en casi toda España.

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La frustración de los vecinos hizo que Mañueco y Quiñones fueran recibidos con insultos en Zamora. La magnitud de la catástrofe exige, primero, escuchar con respeto y humildad las críticas de gente que lo ha perdido todo, y después un debate a fondo sobre la adecuación de los operativos antiincendios ante condiciones tan cambiantes y extremas. La actitud desafiante hacia las críticas y la negación de plano de cualquier responsabilidad, con el incendio aún activo, es un nuevo bochorno del Gobierno de PP y Vox para los castellanos y leoneses. Pero es también una triste ironía que la desgracia suceda en el único lugar donde gobierna un partido negacionista del cambio climático.

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