Ola de calor y cambio climático
Episodios extremos como los que ha vivido España esta semana expresan la urgencia de la lucha contra el cambio climático
La ola de calor en España de esta última semana llegó fuera de temporada y con una duración y virulencia inédita porque los efectos del cambio climático no son cosa del futuro sino del presente. La única actitud razonable consiste en asumir para el futuro inmediato la creciente frecuencia y el agravamiento de episodios como los que ha vivido España estos días, con una población desbordada ante temperaturas diurnas y nocturnas que la han rendido.
En el mapa de zonas especialmente vulnerables está el Mediterráneo, y sin la menor fantasía apocalíptica, España tiene regiones que están siendo ya especialmente castigadas, como los valles del Ebro, del Guadiana o del Guadalquivir. España ha vuelto a vivir en primera persona y en tiempo real que el cambio climático lo cambia todo. Los expertos saben que no hay solución mágica y rápida pero sí fórmulas para evitar lo peor y ralentizar la actual progresión: mitigación y adaptación. Por mitigación se entienden aquellas medidas tendentes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, con especial énfasis en los combustibles fósiles.
Pero de cara al inmediato futuro es necesario activar acciones de adaptación que permitan sobrellevar menos sufridamente las nuevas condiciones climáticas. El programa ha de ser integral y no puede ya eludir previsiones específicas para múltiples sectores profesionales que van a vivir probablemente de forma reiterada situaciones como las de esta última semana. Ni los alumnos y profesores de las escuelas deben seguir soportando las condiciones actuales ante otra ola de color, ni los trabajadores al aire libre pueden seguir trabajando a pleno sol a 40 grados ni las industrias mal adaptadas al nuevo clima pueden seguir como si nada ni sectores como la agricultura pueden quedar ajenos a una nueva realidad que regresará cada año de un modo u otro. Los sanitarios saben que estas condiciones extremas afectan también a segmentos vulnerables de la población, ancianos, enfermos crónicos o embarazadas, y el urbanismo de las ciudades deberá incorporar esta realidad en su planificación creando zonas de sombra, procurando lugares frescos y lo que se denomina “refugios climáticos”, o incluso espacios donde el ciudadano encuentre alivio: desde una biblioteca o una escuela con sombra, vegetación y puntos de agua, hasta estaciones de transporte público pueden cumplir esta función. El cambio climático lleva con nosotros mucho tiempo y aprender a convivir con él requerirá de los poderes públicos un mayor esfuerzo.
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