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Columna
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China es el peligro

Putin actúa de rompehielos, pero Xi Jinping es quien se ha propuesto construir un nuevo orden internacional autoritario

Relaciones Rusia China
Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de China, Xi Jinping, en un encuentro en Pekín en febrero pasado.SPUTNIK (via REUTERS)
Lluís Bassets

Vladímir Putin no lo tiene fácil. Sabe lo que quiere, pero no cuenta con los medios para obtenerlo. Habla por sí sola la marcha de su invasión. Son pírricas sus victorias, con costes altísimos en vidas y material militar, y escasos y limitados avances. Fracasó su ambicioso plan de decapitar Ucrania en un santiamén. Ha necesitado 100 días para ocupar solo una quinta parte del país. Sus fuerzas están exhaustas. También está perdiendo políticamente: la OTAN se amplía y refuerza; no se quiebra la unidad de los aliados, a pesar del veto de Hungría a algunas sanciones de la UE, y de Turquía al ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN; y crece el sentimiento nacional ucranio como nunca en la historia, incluso entre los rusófonos.

Con su guerra no pretende tan solo recuperar la hegemonía del Kremlin sobre un país que formó parte de la Unión Soviética, el anterior avatar imperial de Rusia. También quiere extender una especie de derecho de veto sobre la entera esfera de influencia concedida por Roosevelt y Churchill a Stalin en la cumbre de Yalta, pocos meses antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Y en el caso improbable de conseguirlo, cambiar así la correlación de fuerzas internacional, de forma que Estados Unidos se desentienda de los asuntos europeos, y una Unión Europea dividida y debilitada se vea desbordada por la Rusia victoriosa.

Su propósito es revolucionario, puesto que trata de cambiar el orden internacional, pero no tiene ni los instrumentos ni el poder suficiente para conseguirlo. Solo China lo tiene todo, voluntad, poder y medios, según ha reconocido el secretario de Estado Antony Blinken en su discurso sobre la política de la Casa Blanca respecto a Pekín. No es lo mismo combatir el cambio climático y las pandemias, mantener las cadenas internacionales de valor o estabilizar la economía global, cuestiones que exigen la concertación con China, que garantizar el suministro de energía a Europa o de cereales a los países africanos y asiáticos, todavía controlados por Rusia, que los utiliza en su guerra contra Ucrania.

Blinken habló de China pero pensaba en Rusia. No quiere para China un cambio de régimen. Tampoco le conviene un conflicto con China o una guerra fría. Ni siquiera le interesa obstaculizar su ascenso como superpotencia. No teme a una China fuerte, sino lo que China haga con su fortaleza. De ahí que la considere un peligro mayor que Rusia. Una forma de decir que es a Pekín a quien teme y no a Moscú.

Ante la guerra en Ucrania, China mantiene una calculada ambivalencia. Tácticamente, le interesa el destrozo que Putin está perpetrando, y de ahí su apoyo implícito a la invasión. Estratégicamente, piensa en cómo aprovecharse de la invasión y de una Rusia derrotada, quizás incluso ofreciéndose como artífice de la paz. Putin es el rompehielos, pero es Xi Jinping quien cuenta con la capacidad para construir un nuevo orden internacional autoritario.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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