¿Sueñan los robots con patentar sus ideas?
La inteligencia artificial está descubriendo fármacos e inventando materiales, pero no los registra
Los robots están componiendo música todo el rato. Los músicos (humanos) practican a diario con paquetes de software que no solo te acompañan y te improvisan un solo de piano niquelado, sino que encima se permiten la chulería de darte a elegir entre el estilo de Bill Evans o el de McCoy Tyner. No es que copien un solo de McCoy, es que se inspiran en sus principios generales para crear un producto original e irrepetible. Pero ¿alguien ha visto un robot haciendo cola en la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) para registrar su música? No. Los robots pierden dinero todos los días por no registrar su propiedad intelectual. Deben ser más tontos que el cliente de una compañía eléctrica.
También hay robots novelistas, como el sistema Brutus de IBM. Escribía bien en varios estilos narrativos, y sus resultados eran tan convincentes que hizo un buen papel en un concurso con adversarios humanos. Pero ahora supongamos que yo uso Brutus para escribir una novela y la registro a mi nombre en la SGAE. ¿No tendría Brutus derecho a demandarme por haberle robado su propiedad intelectual? De hecho, ¿qué significa la palabra intelectual cuando se aplica a una inteligencia artificial? Piensen que detrás de Brutus hay un montón de talento científico, trabajo extenuante y creatividad genuinamente humana. Tal vez la máquina no pueda demandarme, pero los científicos e ingenieros que la han concebido tendrán seguramente algo que decir. En el campo de las artes esto suena muy extravagante todavía, pero hay otras áreas en que ya no lo es.
Hace solo dos años que la inteligencia artificial identificó la halicina, un novedoso y potente antibiótico, entre una biblioteca de 100 millones de moléculas, un hito inalcanzable para un farmacólogo humano. Teniendo en cuenta que las bacterias resistentes a los antibióticos convencionales matarán pronto a 10 millones de personas al año en el mundo, la halicina es uno de los fármacos más valiosos descubiertos en las últimas décadas. Pero ¿quién lo ha descubierto? ¿El laboratorio que lo comercializará? ¿Los inventores del software? ¿O la propia máquina? El nombre halicina, por cierto, viene de HAL, el computador psicótico de 2001: odisea del espacio, que a su vez viene de restar una posición alfabética a las siglas IBM. Cuando los terminators hereden el planeta, seguro que recordarán estos mitos fundacionales. Me pregunto con qué compañía contratarán la energía eléctrica.
Incluso estando aún en el amanecer de una nueva era, la inteligencia artificial se está usando ya para desarrollar vacunas, descubrir nuevos materiales, diseñar barcos y mandar naves al espacio. Los descubrimientos de los robots, que solo pueden crecer en los próximos años, van a enfrentar a las oficinas de patentes a un revuelo que no se conocía desde el registro del tinte rojo para vidrieras. Más de 100 países han recibido ya solicitudes de patente que incluyen una pieza de software entre los inventores. Las consultas a los abogados especializados en propiedad intelectual se están multiplicando. Y si las empresas no pueden patentar las invenciones de la inteligencia artificial, el sector se estancará. Esto solo lo resuelve un robot registrador. Que lo inventen ellos.
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