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Columna
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Hacerse el sueco y el finlandés

La ironía de Occidente es que la decisión de Helsinki y Estocolmo de unirse a la Alianza Atlántica aumenta la sensación de peligro en todo el continente

Suecia Finlandia OTAN
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el centro, en una rueda de prensa con el ministro de Exteriores de Finlandia y su homóloga sueca, en Bruselas en enero.olivier matthys (AP)
Víctor Lapuente

La ironía de Putin es que invadió Ucrania para que la OTAN se alejara de Rusia y el resultado será que se acercará, con la adhesión de Finlandia y Suecia. La ironía de Occidente es que la decisión de Helsinki y Estocolmo de unirse a la Alianza Atlántica aumenta la sensación de peligro en todo el continente.

El Kremlin lleva tiempo advirtiéndolo. Por mar, con misteriosos submarinos avistados en las costas suecas. Por aire, con drones que sobrevolaron las centrales nucleares del país cuando se activaba el debate sobre la OTAN. No se ha podido probar que fueran rusos, aunque, como comentaba un europarlamentario socialdemócrata, si los drones hubieran volado por encima de molinos eólicos, podría ser una broma, pero sobre reactores atómicos, más bien no. Y por tierra. Cuando hace años un periodista le preguntó a Vladímir Putin qué haría si Finlandia, que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, entraba en la OTAN, el mandatario ruso contestó: ahora, al otro lado de la valla, vemos un soldado finlandés; si entráis, veremos un enemigo.

Pero, a pesar del manto de temor que se extiende estos días por el Báltico, a medio plazo la adhesión de Suecia y Finlandia es buena políticamente y correcta éticamente. Y tanto para los nuevos miembros como para todo Occidente, bloque al que ambos pertenecen con orgullo, porque saben que, desde el punto de vista geográfico, podrían haber caído al otro lado del muro de Berlín. Le vieron, desde tiempo inmemorial, las orejas al oso ruso y quieren evitar que les propine un zarpazo, como ha hecho ahora con Ucrania, o hubiera hecho hace ya años con Estonia, Letonia y Lituania, si estos no estuvieran en la OTAN.

Los finlandeses proporcionan a la Alianza un ejército moderno y, aunque a los suecos se les dan mejor los muebles y las canciones de Eurovisión que las armas, están multiplicando el gasto en defensa. Con ellos, el espacio de seguridad del Báltico quedará cohesionado. Pero la mayor aportación de los nórdicos a la OTAN no es material, sino cultural. Se dice que la entrada en la Alianza es incongruente con su neutralidad histórica, pero pocas adhesiones son más coherentes que la de dos de las naciones más comprometidas con la democracia del mundo en un club formado para ese propósito. Es como la llegada de Xavi al Barcelona, o en su día Zidane al Madrid: sienten los colores más que los que están dentro. @VictorLapuente

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