Putin y Ucrania: la flecha está en el arco
Hay algo que puede volverse ingobernable cuando se activan mecanismos para reforzar el ‘orgullo’ nacional
El despliegue de tropas rusas en la frontera de Ucrania y el clima de guerra inminente que Vladímir Putin ha puesto en escena en el este de Europa han despertado viejos temores y tienen al resto del mundo con el pulso alterado. Nadie sabe qué puede pasar, la lógica obliga a pensar que cualquier conflicto es un disparate que no va a tener lugar. Es la misma lógica que otras veces en la historia advirtió sobre ese carácter disparatado, e incluso irreal, de una amenaza bélica y que, sin embargo, terminó luego convertida en un pasmarote cuando aquello se fue concretando con el espeluznante balance de una ristra inagotable de cadáveres. La iniciativa de Moscú ha producido una contundente respuesta de rechazo en Occidente, pero China se ha mostrado comprensiva con la provocación, y ha sugerido a Estados Unidos que debería tomarse en serio las “legítimas preocupaciones de seguridad” de Rusia en la zona. El asunto está cargado de dinamita e invita a rescatar un viejo artículo de Rafael Sánchez Ferlosio —Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir— en el que, a partir de un refrán chino, reflexionaba sobre el margen de maniobra real que se puede tener una vez que se ha activado un instrumento que por su propia naturaleza reclama entrar en acción.
“Tensado el arco, la fuerza que dará impulso a la flecha ha dejado de estar en los brazos del arquero y está ya en el arco mismo”, escribe Ferlosio. “La fuerza se ha separado del cuerpo del sujeto y se ha objetivado en su instrumento”. Ya no hay, por así decirlo, un control total de la situación, es como si se hubieran liberado —o estuvieran a punto de liberarse— unas dinámicas que tienen vida propia. En su texto, Ferlosio recoge también un refrán español que camina en la misma dirección: “Puestos a reñir, el cuchillo es el que manda”.
Las tropas de Putin en Ucrania bien podrían ser hoy la flecha que se ha puesto en el arco —o ese cuchillo que se lleva escondido y afilado a la taberna y que deja lucir su brillo al menor atisbo de enfrentamiento—. La cuestión que toca dilucidar es hasta qué punto se ha tensado ya el arco y, sobre todo, cuánto margen existe todavía hasta que empiece a mandar la propia naturaleza del instrumento. Es posible que la provocación de Putin pretenda convertirse en una provocación permanente que no va a concretarse ni a corto ni a medio plazo. Una especie de runrún para ir exasperando cada vez más y más a Europa hasta el momento de sacar mejor tajada en la mesa de negociaciones.
Sea lo que sea lo que finalmente vaya a ocurrir, hay otras reflexiones en el texto de Ferlosio que merecen tomarse en consideración. Una, que cuando se tensa el arco es que hay una guerra en lontananza, y que “la guerra es el dominio del yo, que ya no es el sujeto en cuanto a libertad, sino el sujeto en cuanto identidad”. Si precipito un conflicto es para ganarlo y reforzar mi posición (mis valores, mis señas de identidad).
Y la otra, que cuando no se trata de un arquero que tensa un arco sino de un Estado que gobierna unos tanques, lo que se está jugando no es la identidad de un sujeto sino el orgullo de una nación. Mal asunto: no hay que olvidarse que Putin está obsesionado con devolverle a Rusia su viejo esplendor. Y es lo que piensa cuando coloca una flecha en el arco.
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