Violencia
Asumir que toda mujer que acude para el control de “un procedimiento” se ha sometido a un aborto voluntario es una agresión descomunal


Mi querida conocida quedó embarazada por primera vez. Estaba contenta, porque tiene muchas ganas de tener un hijo, pero semanas atrás perdió el embarazo de manera natural y fue sometida a un legrado posterior por indicación del obstetra. Atravesó el proceso en estado de serenidad y regresó a la consulta días después para un control. La asistente del médico le preguntó cuál era el motivo de su visita. Mi querida conocida le dijo, discretamente: “Por un procedimiento”. La asistente asintió: “Ah. Una IVE”. Mi querida conocida le respondió: “No, lo perdí yo”. IVE significa Interrupción Voluntaria del Embarazo y, desde diciembre de 2020, es legal en la Argentina, el país en el que sucedió esto. Mi querida conocida me contó casi contenta el diálogo con esa mujer porque “fijate: ahora preguntan por abortos así, sin más”. Yo estallé de furia. Porque si es extraordinario que alguien se refiera al aborto sin lanzar miradas acusadoras del tipo “sos una asesina”, asumir que toda mujer que acude para el control de “un procedimiento” se ha sometido a un aborto voluntario es una agresión descomunal cuando, como en este caso, el legrado no era producto de la voluntad sino una mala noticia. Mi querida conocida, que es fuerte y tiende a ser benévola y comprender a los otros —aunque es un misterio para sí misma— me dijo, cuando le expresé mi furia: “Ahora que te lo cuento pienso que me hago la tonta para no afligirme más”. Soy mala para sentir clemencia. A veces necesito una máscara demasiado fuerte para que no se me note el deseo de venganza. Podría pensarse que, comparada con otras, esta es una violencia sutil. Pero no hay formas sutiles de la violencia. Sólo hay violencia. Y es más peligrosa cuando se disfraza de lo que no es. En este caso, de naturalidad y desparpajo.
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