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COLUMNA
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El pícnic de Biden

Es la ONU y no el Despacho Oval el lugar en el que debe celebrarse una cumbre sobre la democracia

Col Máriam 12/12
DEL HAMBRE
Máriam Martínez-Bascuñán

De vez en cuando, Alemania nos recuerda que, en democracia, las formas son fondos. Mientras, en EE UU, la mayoría del Partido Republicano cree que Biden robó las elecciones y obstaculiza la investigación del Congreso del delirante asalto al Capitolio, y el Tribunal Supremo polariza aún más a la sociedad volviendo sobre el derecho al aborto, una batalla de otra época, felizmente ganada. La sombra de Trump es alargada y existe la posibilidad de que gane las próximas elecciones, dando alas a la internacional trumpista, si es que tal alianza ultra no tiene ya vida propia y acaba siendo su trampolín. Imaginen que los hombres fuertes ganan de nuevo en Brasil, Turquía o Hungría.

Pero, ¡ay!, es la endeble democracia estadounidense quien se arroga el liderazgo con una cumbre de título pomposo, “por la democracia” nada menos, que anticipaba su futilidad. Pues si promover la democracia es realmente la preocupación, ¿a qué viene excluir a los países que no lo son? ¿Ante quién la van a promover? No es el ánimo inclusivo lo que ha motivado la convocatoria, sino el espejismo de 1989, aquella lógica de felicidad y McDonald’s para todos bajo la égida estadounidense, mientras el conflicto social y la desigualdad se sacaban de la agenda política. Su ausencia fue la bomba que explotó en 2008 y trajo la década populista. El nombre de la cumbre es un trampantojo que esconde la lógica geopolítica de quienes sí han sido invitados, con el fin de formar un bloque antichino. Es irritante observar en acción una visión tan desfasada del orden mundial y sus nuevos desafíos.

Si algo ponen de manifiesto la pandemia y el cambio climático es que hay un frente común planetario y urge buscar formas útiles de cooperación. ¿Por qué excluir a China de tales retos? La democracia también debe llevarse a la gobernanza global, donde los marcos de cooperación multilateral están debilitados u obsoletos. Y en esa conversación deben estar también las autocracias, utilizando para ello los organismos internacionales. Porque es la ONU y no el Despacho Oval el lugar en el que debe celebrarse una cumbre sobre la democracia. Otra cosa es que en Europa, con un papel secundario en el pícnic de Biden, sigamos sin encontrar nuestra posición respecto a EE UU. Quizá podamos fomentar un multilateralismo realmente inclusivo a través de alianzas propias, por ejemplo cooperando en la federalización de África y América Latina. Nuestro vínculo siempre será más estrecho con EE UU, por nuestros valores comunes y una forma particular de entender el gobierno del pueblo, pero cuando el orden internacional se reduce a una disputa de titanes, ponerse de un lado solo ahonda la confrontación. Sería más útil erigirse en amortiguador buscando otras alianzas y actores, e impulsando precisamente formas útiles de cooperación que reequilibren las relaciones internacionales. Y por el camino, hasta desarrollaremos de veras la idea de soberanía estratégica.


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