Lo anticonstitucional es el centralismo
Conceder es —en política— convenir en algún extremo con los argumentos del otro. Y no hacer merced y gracia de algo
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La refriega presupuestaria ha resultado chistosa. Las cuentas del Gobierno eran las de la “quiebra” de España y el presupuesto nacía “muerto”. Claro, según el oráculo opositor. Pero como Bruselas —aunque discrepando de las proyecciones económicas oficiales para 2022— lo evaluó con nota, e incluso lo encontró poco gastón y algo contractivo, había que recurrir a otra cosa. Pues a la Unión Europea hay que hacerle caso solo cuando riñe al rival, jamás si lo aplaude.
Nada mejor entonces que apelar a las socorridas e infames “concesiones” del Gobierno judeo-masónico-rojo-separatista a sus nefandos aliados terroristas que rompen España. Esa salida, desde el caudillo, siempre tan original, feraz... y risible.
Veamos pues las tripas de las concesiones. El gasto presupuestado era de casi medio billón de euros: 458.970 millones. Así que, por cuantía, la terrible carga de los 396 millones que suponen las 232 enmiendas pactadas por el Gobierno con nueve partidos no llegan siquiera a una milésima del total. Un hazmerreír.
Por su contenido, el grueso son inversiones en pequeñas infraestructuras o en gasto social muy localizado. Hay dos excepciones notables, más simbólicas y políticas. Una es el traspaso de la gestión del Ingreso Mínimo Vital (IMV) a Euskadi, que perseguía el PNV. No rompe ninguna arquitectura común, ninguna caja de todos. Es una suerte de tributo a la fuente de inspiración del IMV: precisamente, la Renta de Garantía de Ingresos vasca, el más eficaz y mejor dotado esquema español de renta mínima de inserción anterior al ingreso del ministro Escrivá.
La otra es la cuota mínima del 6% en las producciones audiovisuales de las plataformas para el catalán... y el resto de las lenguas hispanas, labrada por Esquerra. Terrible idea, sí, pero por tardía. Pues el fomento de los idiomas cooficiales figura en el artículo 3 de la Constitución, esa que conculca, y dice defender, la caverna. Otro hazmerreír.
Como vemos en Alemania, un gran acuerdo, presupuestario, de coalición o de legislatura, se trenza con concesiones mutuas: contrapartidas cruzadas. Pues “conceder” es —en política— “convenir en algún extremo con los argumentos” del otro. Y no “hacer merced y gracia de algo”, el regalo impropio de lo nuclear a un intruso. Esa es la visión imperial de la concesión. Un enfoque cateto. Inútil en regímenes pluripartidistas con necesidad imperiosa de pactos. Lo que es anticonstitucional es el centralismo.